La vanidad "camufla la vida" y llega a ser "como una osteoporosis del alma", previno el Papa Francisco en su homilía de la misa matinal de la Residencia Santa Marta este jueves. 

El Papa empezó tratando otro tema: cómo el Espíritu Santo genera una "santa inquietud" incluso en personas nada virtuosas, como le sucedió al Rey Herodes, que dejó que asesinaran a San Juan Bautista pero se sintió después inquieto y disgustado. También su padre, Herodes el Grande, se había sentido inquieto al conocer a los Magos de Oriente. 


En nuestra alma, explica Francisco pueden nacer dos inquietudes: “la buena” que “la da el Espíritu Santo y que hace que el alma esté inquieta para realizar cosas buenas” y la mala, “que nace de una conciencia sucia”.

Y los dos Herodes resolvían su inquietud asesinando, avanzaban “sobre los cadáveres de la gente”. Estos viven en un “prurito continuo, una urticaria que no les deja en paz”.

Y el mal “tiene siempre la misma raíz: la avidez, la vanidad y el orgullo”, y estas tres no dejan a la conciencia en paz y no dejan entrar la sana inquietud del Espíritu, pero llevan a vivir con miedo.

El Santo Padre señala también la lectura del día, que habla de “la vanidad que nos hincha” y la ilustra “como una burbuja de jabón”.

Y se interroga: “¿Qué ganancia obtiene el hombre por todo este esfuerzo con el que se agita?”, todo para para aparecer, fingir y parecerse a algo. “La vanidad es como una osteoporosis del alma: o sea desde afuera parecen buenas, pero adentro están todas arruinadas. La vanidad nos lleva al fraude”.


San Bernardo, recuerda el Papa, dice una frase fuerte sobre los vanidosos: ‘Piensa en lo que serás, comida de los gusanos. Y todo este maquillarse es una mentira, porque te comerán los gusanos y no serás nada”.

Entonces, ¿de dónde viene la fuerza de la vanidad? Del empuje de la soberbia y maldades: “No permitan que se vea una equivocación, escondan todo, todo se esconde”.
“Cuanta gente conocemos que parece… ¡Que buena persona!, va a misa todos los domingos…”. Incluso la vanidad “de aparecer con carita de santo y después la verdad es otra”.

Nuestro refugio ante todo esto “lo hemos leído en el salmo: ‘Señor tú eres nuestro refugio de generaciones en generaciones”. Y antes en el Evangelio hemos recordado: ‘Yo soy el camino, la verdad y la vía”. Esta es la verdad, no el maquillaje de la vanidad. Que el Señor nos libre de estas tres raíces de todos los males: la codicia, la vanidad y el orgullo. Pero sobre todo de la vanidad, que produce tanto mal”.