El alcalde de Castilblanco flanqueado por la Guardia Civil y por periodistas

Desde que me embarqué en el estudio de la Guerra Civil en Badajoz hace ya un par de años con el trabajo sobre Almendral (Tiempo Perdido-Guerra Civil en Almendral 1936-1939) que recibió el Premio Arturo Barea de la Diputación provincial de Badajoz, consideré que las causas del levantamiento militar había que estudiarlas desde sus inicios. Para no irnos muy lejos en el espacio consideré la necesidad de realizar un pequeño ensayo sobre lo ocurrido en uno de los pueblos señeros de nuestra Siberia Extremeña: Castilblanco.

Para ello, he buceado entre la bibliografía existente, centrando el trabajo principalmente en las fuentes periodísticas de la época que, por la frescura del momento en que fueron escritas, recogen ―aunque de forma sesgada― aquellos lamentables sucesos. Aunque se han cargado mucho las tintas en que fue la Guardia Civil la inductora y principal culpable de lo ocurrido, espero que el paciente lector, una vez tenga la osadía de embarcarse en la lectura de este texto, cambie de opinión y considere la posibilidad que los culpables no fueron cuatro Guardias Civiles sino un pueblo que actuó a modo de otro Fuenteovejuna, guiado por unos instintos primarios, lo que tuvo como consecuencia la muerte de cinco víctimas inocentes. Esto, desde luego, da para más preguntas y muchos más supuestos, pero para mí, los auténticos protagonistas de los hechos fueron el Alcalde y el Presidente de la Casa del Pueblo. Los guardias civiles y los implicados del pueblo fueron víctimas de esta afrenta y meros comparsas de la tragedia. Para finalizar me hago esta pregunta: ¿ese final trágico estaba previsto o lo sucedido superó a lo que estaba previsto?



 
Calle de los sucesos

"De aquellos polvos estos lodos". Este dicho castellano resulta apropiado para unos luctuosos acontecimientos que tuvieron lugar en un pueblecito badajocense y que explican la ruptura social que dio origen a la Guerra Civil.

En 1931 el campo extremeño vivía sumido en el más absoluto atraso y abandono. Las tierras estaban en manos de unos pocos propietarios que explotaban sus latifundios en régimen casi feudal, cuando no las tenían destinadas para una de las aficiones favoritas de los neo-señores caciquiles: la caza de la zurita, la perdiz, el venado o el guarro-jabalí. La industria simple y llanamente no existía.

El 14 de abril se proclama la II República y el rey Alfonso XIII debe exiliarse «voluntariamente» saliendo de España por el puerto de Cartagena. Niceto Alcalá Zamora es designado Presidente del Gobierno Provisional. Parecería que el cambio de Régimen abocaría indudablemente en un cambio radical en la situación del campo español y de la caótica situación socio-laboral en la que vive sumida España. Pero esto no sucede. Azaña se canjeará el descontento de algunos de los sectores más influyentes de la población española. En primer lugar de los militares con su ley de reserva transitoria mandando a sus casas a muchos oficiales que habían obtenido sus ascensos en las guerras de Marruecos; asimismo cierra la Academia Militar de Zaragoza. En segundo lugar, la quema de conventos el mes de mayo en Madrid y la expulsión del Cardenal Segura hace previsible la respuesta de la Iglesia a las agresiones laicistas.

La lentitud de las medidas transformadoras, hará que los sindicatos salgan a la calle reclamando un fulgurante cambio en la realidad socio-económica española degenerando en múltiples huelgas en Sevilla, Bilbao, la metalúrgica en Barcelona, telefónica en Madrid que no harán sino encrespar aún más los ánimos de una población empobrecida y analfabeta. Para enfrentarse a esas masas encolerizadas, existe un cuerpo armado que deberá emplearse con contundencia, el benemérito cuerpo de la Guardia Civil (la Guardia de Asalto no se creó hasta 1932). Desde el primer momento la Guardia Civil se verá con mucho recelo. Como primer ejemplo, en el desfile de la toma de posesión de Alcalá Zamora, el público insultó a la Guardia Civil.

A partir de ese momento este cuerpo militarizado será objeto de las iras de los sectores más radicales que lo ven como una simple correa de transmisión de la clase capitalista conservadora que ve derrumbarse a pasos agigantados sus monolíticos y seculares derechos históricos y que las utiliza como una fuerza reaccionaria enemiga del pueblo. En un artículo de Manuel Adame, tilda de esta guisa a la Guardia Civil: "Urge constituir los Soviets de campesinos por el arma más formidable que podemos ofrecer a las fuerzas motrices de la revolución […]. Es cuestión de meses, de semanas, tal vez de días […]. La Guardia Civil se va a encontrar frente a toda la población del campo en plena rebeldía y dispuestos a ser los únicos dueños de la tierra". Esta semilla de odio hacia este cuerpo armado maduró muy pronto.

Castilblanco era un pequeño pueblecito de la Siberia extremeña, cerca de Herrera del Duque, de apenas 2.700 habitantes y muy mal comunicado con el exterior. A él se accedía después de cruzar en barcaza el ancho Guadiana que por su cercanía casi acaricia las primeras casas de pueblo. En 1931 Castilblanco era una población totalmente despolitizada que no había presentado ninguna candidatura republicana de izquierdas ¿Qué es lo que ocurre en Castilblanco para que se calentara el ambiente hasta desembocar en los trágicos acontecimientos de la Navidad de 1931?

Desde abril a diciembre de 1931 en Castilblanco se asienta de una manera muy firme el sindicato FNTT (Federación Nacional de los Trabajadores de la Tierra) brazo sindical-agrícola de la UGT. La afiliación a partidos de izquierdas sube como la espuma y se coloca a la altura de los pueblos del entorno de la Siberia Roja. Los expresivos artículos de El Socialista son leídos con devoción casi litúrgica en la Casa del Pueblo. Se recibe la visita de personajes como "El Risco" y "El Relojero" que enervaron los ánimos de aquellas pobres gentes. El presidente de la Casa del Pueblo Justo Fernández, hombre letrado y viajero había realizado una buena labor adoctrinadora extendiendo sus conocimientos «fraternales» que había adquirido en Hispanoamérica.
Paul Preston expresa que los miembros de la FNTT de Castilblanco habían pasado todo el invierno sin trabajo, lo que elevaba el nivel de ansiedad del campesinado.

Los días 30 y 31 diciembre de 1931 la región extremeña se ve envuelta en una huelga general convocada por la Unión General de Trabajadores contra la insoportable situación del campo. El 30 de Diciembre por la mañana un individuo llamado Agapito Fernández entrega al presidente de la Casa del Pueblo, Justo Fernández López, la orden de Huelga. Esa misma tarde se forma una comisión organizadora y salen desde la Casa del Pueblo trescientos afiliados que se manifiestan pacíficamente, sin incidente de clase alguna. La mañana siguiente, entre las 11 y las 12, los lugareños de Castilblanco participarán en otra manifestación. Esta vez son más de quinientas personas que marchan hacia al Ayuntamiento desde la Casa del Pueblo sita en la calle del Calvario (fatídico y simbólico nombre). El propio Alcalde Felipe Mangano López negó el derecho de reunión a los manifestantes pero, como veremos, esto no impidió la reunión del campesinado.

El Alcalde estaba afiliado al Partido Radical, había sido designado por el artículo 29 de la Ley de Maura de 1907, que proclamaba automáticamente electo al candidato que no tenía oposición. Esta norma se aplicó a las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 y eso tenía indignados a los socialistas que no lo veían con muy buenos ojos. Pero si importante era esta causa para tener enojado al proletariado del pueblo había otra causa más mundana. Felipe Mangano era el guarda jurado del Alcalde anterior y estaba a sueldo de una rica propietaria del lugar cuyo hijo, influyente magistrado, había participado en la aplicación de esta aberración democrática que suponía el artículo 29 de la ley electoral de 1907. Según la revista Mundo Gráfico "era un hombre cetrino, feble, que viste blusa azul y pantalón de pana muy acomodado a la voluntad de los caciques del pueblo, un mero lacayo al servicio de la clase que lo había nombrado".

Hay que tener presente que en 1931 los guardas jurados eran unos personajes muy impopulares, pues eran los que vigilaban celosamente las grandes fincas y quienes actuaban enérgicamente ante los pequeños robos cometidos en los cortijos o estaban al acecho de aquellos que iban al rebusco, a por bellotas, espárragos u osaban entrar en las fincas para cazar para saciar su hambre. Con todos estos antecedentes no es de extrañar que gran parte de la población de Castilblanco sintiera poco aprecio por el Alcalde Felipe Mangano.

Siguiendo con los hechos, la concentración la encabezaban los dirigentes socialistas locales, abanderada con una pañoleta carmesí. Dirigiendo sus gritos de frustración contra la Guardia Civil y el Gobernador Civil Manuel Álvarez Ugena para exigirle las responsabilidades por su inoperancia ante la ansiada reforma agraria que no acababa de llegar y exigir la destitución del Teniente Coronel jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Badajoz. También se sospechaba como co-adyuvante de la protesta dos hechos de carácter local: El primero: el Gobernador había hecho detener al alcalde y a tres concejales socialistas del ayuntamiento de Almendralejo. El segundo: la expulsión de un secretario socialista del Gobierno Civil que estaba al frente de una oficina llamado Domingo. Ya fuera por un motivo u otro todas las Casas del Pueblo de la provincia saldrían en peculiar procesión de protesta.



Sobre las 11 de mañana en la calle del Calvario (como expresó el diario Mundo Obrero) las masas toman la ofensiva. Por orden del Alcalde los tres números y el Cabo de la Benemérita salen de la Casa Cuartel de Castilblanco y se dirigen a la cabeza de la manifestación con el propósito de disolverla. El comandante del puesto, según parece, actuó de mala gana, aunque la orden escrita era taxativa. El parte oficial expresa que "El cabo avanzó solo y con el fusil colgado de un hombro, se dirigió al presidente de la Casa del Pueblo, a quien halló en la margen derecha de la calle y en medio de un buen número de socios". Le conmina que se disuelvan inmediatamente, pues esta concentración no había sido autorizada. Este requerimiento se encontró en uno de los bolsillos del Cabo. Como hemos observado está fuera de toda duda que el provocador fuera el Cabo de la Guardia Civil y que actuara de forma agresiva contra los manifestantes.

El día anterior, como hemos visto, los huelguista disolvieron la manifestación, sin producirse altercados. De igual manera pensaba el Cabo que ocurriría esta vez, incluso dejó a sus subordinados a unos metros de distancia «con la tranquilidad del que cree parlamentar con buenos amigos acércase a él (Presidente de la Casa del Pueblo)… con palabra amable, rogole que cesase la algarada y después circulara el grupo por las calles». La muchedumbre empieza a abuchear a los beneméritos y se oyen vítores a la UGT y un ¡Muera la Guardia Civil! Alguna piedra impacta en los brillantes y negros tricornios. Según el informe del fiscal: "En ese instante, de un grupo de mujeres que venían tras los guardias, se destacó una, llamada Cristina Luengo, alias “la Machota”, que en actitud enardecida y excitante pretendió pasar; en busca de su marido. La requirió el Guardia de Segunda Agripino para que no lo hiciera, adelantó su fusil para impedirle el paso". En otras versiones se expresa que el Guardia la golpeo con la culata del mosquetón al intentar cortarle el paso. A vista de esto, el presidente de la Casa del Pueblo agarró de los hombros al Cabo al tiempo que otros intentaban desarmarle. La turba realizó un movimiento envolvente. Un paisano, llamado Pedro Álvarez, forcejeó con el Guardia Civil Agripino para evitar que éste disparara el mosquetón. No obstante los Guardias disparan al aire. Suena otro disparo (de una escopeta de perrillo) que hiere en la pierna al Cabo de la Guardia Civil. En un momento el grupo rodea al cabo y a los tres números. Hilario Bermejo Corral alias «el Retuerto» con un puñal y por detrás, le asestó al Cabo José Blanco Fernández una puñalada que entrando por la nuca le perforó la totalidad del cuello, saliendo la punta por debajo de la barba, tambaleándose y desangrándose, aún pudo llegar a la pared próxima, queriendo en un último esfuerzo apoyarse en ella para disparar su fusil contra los atacantes; al llegar él a un montón de piedras, se le abalanzaron, y, quitándole el arma, el mismo "Retuerto", que antes le hirió le hizo un disparo al pecho cuando, ya desplomado y apoyado en la pared, se debatía en los estertores de la muerte. Como reacción el Guardia Civil Agripino Simón Martín tratando de defender a su superior dispara matando a un paisano e hiriendo a otro.



La muchedumbre cae como una marabunta sobre los cuatro Guardias Civiles. Se trataba de Francisco González Borrego, de veintinueve años, natural de Barcarrota (Badajoz), único Guardia soltero del puesto; el día de su muerte se ponían en la Iglesia las amonestaciones para su boda con una chica del pueblo llamada Damiana López Horcajadas. Según algunos testigos era este muchacho simpático y generoso y alternaba con los mozos. Agripino Simón Martín, de treinta y tres años natural de Burgos, dejaba viuda y un hijo. José Matos González natural de (Torremayor) Badajoz, dejaba viuda a Sinforosa Rubio Reyes y dos hijos de corta edad. José Blanco Fernández, Cabo de la Guardia Civil y comandante de puesto, natural de Pontevedra, de treinta cuatro años, dejaba viuda y una niña.
 
Allí mismo los linchan y asesinan a base de machetazos, hoces, palos y cantazos sus cuerpos son horriblemente lacerados y se oye un disparo de pistola. Destrozan los mosquetones de los Guardias rompiendo las culatas y quitándoles el cerrojo, llevándose incluso los machetes de los desgraciados Guardias. Según palabras del propio fiscal: "La acción tan bárbara propia de un pueblo en estado salvaje, todavía hay un procesado que tira piedras contra aquellos cadáveres, que los apuñala porque en la lucha no pudo hacerlo y no quería ser menos que los demás. Según dicen viendo que uno de los Guardias se movía, le da con un fusil un golpe suave en los riñones y las mujeres danzan alrededor de aquellos inanimados y algunas los pisotean…", otras juegan con los sombreros de los finados. Las mutilaciones son horribles. Dos documentos nos relatan la barbarie cometida, el primero es el informe oficial "Los ojos no existen. Los dientes han desaparecido también como consecuencia golpes recibidos. Los cráneos destrozados, dejan salir la masa encefálica y son, en fin los cuerpos despojos acribillados y finalmente machacados con piedras". El segundo, el parte oficial del Suceso de Castilblanco: "Rompieron la boca del Cabo Blanco, cortándola a través de los maxilares, pincharon los ojos en los que veían retratada su tragedia y machacaron los rostros de aquellos que eran el fiel retrato de bondad y nobleza". Ese mismo día en el pueblo de Feria dos Guardias Civiles son heridos debido a unos disturbios, un paisano resulta muerto y varios más heridos. Como resultas de todo ello la Huelga General se suspende en toda la provincia de Badajoz.

Pasaron más de siete horas hasta que el telegrafista del pueblo comunicó al Gobierno Civil lo que había ocurrido en los siguientes términos: "han sido muertos cuatro Guardias Civiles que había en el puesto de dicho pueblo por elementos huelguistas". Mientras, los cuerpos inmolados de los Guardias no fueron movidos. Tres vecinos trasladan a casa de la vecina Juliana Ayuso el cuerpo inerte del paisano muerto por el disparo del Guardia Agripino Simón. Inmediatamente se reúnen a las afueras del pueblo los autores de aquel crimen en un corral del padre del presidente de la Casa del Pueblo y allí acuerdan decir que cuando la justicia les pregunte quién mato a los Guardias Civiles, dirán a una sola voz: "El pueblo los mató". Casi de anochecida se presentaron desde los pueblos cercanos un buen número de Guardias Civiles. Al frente de aquella tropa de uniformes verdes se encuentra el teniente Coronel de la Guardia Civil Pedro de Pereda Sanz que después de dar el debido pésame a los familiares y ante la insistencia de las «gentes de orden» deja un buen destacamento. El día de año nuevo, uno de los más fríos que se recuerdan, se presentó en el pueblo el Fiscal de la Audiencia, y el Gobernador Civil que prosiguió con los pésames a los familiares de las victimas en nombre del Gobierno Republicano.



La prensa inmediatamente se hace eco de los hechos, el mismo día 1 de enero de 1932 salta la noticia a todos los periódicos regionales y nacionales. Mientras los diarios de izquierdas expresan que la culpa es toda de la Guardia Civil que ha provocado a los huelguistas: "Y se da el caso absurdo de que haya muchos miembros de la Guardia Civil que por un explicable acomodamiento a través de varios años de relación y trato con aquellos elementos sigan representándose a estos provistos de más autoridad que quien le ejerce legítimamente por voluntad popular". He de expresar que contrariamente a lo dicho en este panfleto, el Comandante de puesto de Castilblanco el Cabo José Blanco Fernández tan sólo llevaba 7 meses destinado en Castilblanco. Asimismo el Comité del Partido Comunista solicitaba el 2 de Enero la inmediata disolución de la Guardia Civil al grito de: "¡Salvad a los campesinos de Castilblanco! ¡Haced retroceder a esos verdugos mercenarios!" y Mundo Obrero, correa de transmisión del Partido Comunista, expresa sin ambages que las culpas hay que achacárselas al colaboracionismo socialista. Se crea una oficina de información para dar fe de los hechos, o mejor dicho para tergiversar lo sucedido, informando que todo se debía "a la mala organización de la Guardia Civil, esta oficina estaba dirigida por Margarita Nelken".
 

Cortejo fúnebre en Badajoz

Los diarios de derechas manifiestan que han sido los manifestantes quienes han provocado este aquelarre de muerte: "Los cuatro cadáveres de los guardias del puesto de Castilblanco, son cuatro nombres más a añadir a la larga lista de los mártires del orden. Cayeron víctimas de su deber, intentando hasta el último instante de su vida mantener el orden y la paz. El benemérito cuerpo de la Guardia Civil es blanco estos últimos tiempos de una campaña desenfrenada y odiosa de insultos y vejaciones. La ha sufrido con el silencioso heroísmo peculiar de tan gloriosa Institución".
 

El Obispo de Badajoz Alcalá y Alenda flanqueado
por Casares Quiroga y el General José Sanjurjo

Particularmente crítico es el periódico La Voz Extremeña que hace responsables a los diputados por la provincia de Badajoz Margarita Nelken y Manuel Muiño del infausto suceso a los que acusa de haber soliviantado los ánimo de los campesinos con sus mítines enfervorizados. Muiño llega a expresar que "en Castilblanco no hubiese pasado nada si no hubiera habido Guardia Civil". El secretario de la agrupación socialista, Nicolás de Pablos es muy expresivo: "Si un puesto tiene cuatro guardias y ochocientos militantes y no podéis acabar con ellos sois unos cobardes; echad cuenta y veréis que cada uno toca a 285 gramos de Guardia Civil". El Heraldo de Madrid recoge unas declaraciones de Margarita Nelken en las que excusa al pueblo: "los hechos fueron el desahogo obligado del espíritu oprimido". Para Anselmo Trejo estos sucesos son una respuesta al "angustioso impulso de liberación". Asimismo se atribuyen al Teniente General José Sanjurjo unas declaraciones en las que responsabiliza a Margarita Nelken de estos hechos por los discursos incendiarios de esta mujer. El propio General Sanjurjo encabeza la comitiva que a la una y media de la tarde del sábado 3 de enero de 1932 salió de Madrid, llegando a Castilblanco con sus ayudantes sobre las siete de la tarde. Él mismo relata la llegada al pueblo, la trascripción no tiene desperdicio: "Castilblanco respecto a la capital está en un extremo. Es de dificilísimo acceso. Yo tuve que hacer un viaje de cinco kilómetros sin camino, por entre el encinar, hasta encontrar la orilla del Guardiana, río que se pasa en una balsa y después andando, por un camino malísimo, conseguí llegar a Castilblanco, enclavado como todos saben en la Siberia Extremeña". Ante los periodistas el General es muy locuaz: "Ni el Monte Arruit en la época del derrumbamiento de la Comandancia de Melilla, los cadáveres de los cristianos fueron mutilados con un salvajismo semejante. Hubo mujeres que bailaron ante los restos de las victimas". Para El Sol o La libertad no es menos morboso. Gregorio Marañón da una interpretación más racional de los hechos: "Si de este crimen sale solo un castigo y no una experiencia provechosa, entonces habrá fracasado el sentido de esta generosa revolución y eso no será".
 

Los socialistas Vidarte y Jiménez de Asúa con algunos de los acusados

Después del asesinato, algunos vecinos llevados por el pánico se encerraron en sus casas. Otros huyeron a la sierra como fue el caso del Alcalde "pues temía por su vida". Días después fue detenido como "causante moral" de los sucesos. Los Guardias Civiles empiezan a recorrer las calles del pueblo entrando en las casuchas de adobe. Inmediatamente arrestan a 45 vecinos (29 de ellos no saben ni escribir su nombre), entre ellos al presidente de la Casa del Pueblo Justo Fernández López que dirigía la manifestación; Hilario Bermejo, alias «El Retuerto», albañil de profesión al que se le detuvo al encontrase en su casa el machete que pertenecía al cabo; el sepulturero; el carpintero. Todos son llevados al Ayuntamiento como presuntos autores o cómplices de los asesinatos que es convertido en una improvisada cárcel. Son cacheados y las ropas ensangrentadas delatan a los culpables.

Empiezan los primeros interrogatorios en la galería de la Casa Consistorial que da al balcón de la calle del Calvario, donde se concentran la gente para observar a los detenidos. El frío es intensísimo, las temperaturas bajan por debajo de 7 grados, y empieza hacer mella en los detenidos que están con los brazos en alto atados con cuerdas unos a otros por las muñecas. Según la declaración del Ministro de la Gobernación en el Congreso de los Diputados del día 5 de enero de 1932: "Los presos estuvieron en el balcón, para evitar toda falsa imputación de que se les coaccionaba en una habitación oculta para que prestaran declaración".


El armamento de los Guardia Civiles de Castilblanco

Esa tarde una mano piadosa (del juez Municipal) acudió a recoger los cadáveres para trasladarlos al cementerio del pueblo. Al paisano muerto lo traslada al depósito del cementerio al que dejan encima de una mesa cubierto con una sabana. Los Guardias tienen menos suerte y sus cuerpos, cual despojos, los dejaron en el suelo de aquel local. Esta mesa de pino de la "morgue" será donde los médicos realizaran las autopsias al aire libre de los Guardias Civiles, el día siguiente al de los sucesos. Desde la capital van llegando los familiares que vienen a recoger los cuerpos antes de marchar con los ataúdes a la capital de la provincia donde serán enterrados. El cura del pueblo realiza una breve homilía por las almas de los desdichados que parten hacia Badajoz. El día 3 de enero los cadáveres recorren los más de 200 kilómetros que separan Castilblanco de Badajoz. Sobre las 4 de la tarde del día 4 llega a la capital pacense el General Sanjurjo y sobre las nueve de la noche llegó desde Madrid en automóvil el Ministro de Gobernación, Santiago Casares Quiroga. 
 
Consejo de Guerra en Badajoz (1933)

La repercusión mediática va ser tremenda y una ola de indignación sacude el país. En Madrid cientos de personas muestran su apoyo a los familiares concentrándose a las puertas de la Dirección General de la Guardia Civil dando donativos y firmando en los pliegos colocados al efecto en la puerta del organismo. Desde todos los puntos de España se reciben manifestaciones de adhesión en la Dirección General de la Benemérita. Por ejemplo: en Córdoba y Villa de Don Fadrique se realizan colectas para donarla a los familiares de los muertos. En Bilbao se celebra una misa en la Parroquia de Santiago por el alma de los desdichados Guardias Civiles y el 10 de enero de 1932, los jonsistas organizan en Valladolid una manifestación a favor de la Guardia Civil.
 
Los cadáveres llegaron el día 4 y se instaló la capilla ardiente en el Cuartel de la Guardia Civil. Los funerales, que habrán de celebrarse en la Catedral de Badajoz, en la mañana del día 5 de enero superan todas las expectativas. Las exequias se celebran bajo la tutela del Obispo de la diócesis. Las fotos de la época muestran a una muchedumbre llevando a hombros los féretros, que partieron desde el Cuartel de Santo Domingo hacia la Catedral. La comitiva fue en total silencio aunque la banda de música rompía con su miserere el recogimiento de las gentes. Según el diario La Libertad: "Abrían la comitiva fúnebre las cruces parroquiales de las cinco parroquias de la ciudad: a pesar de la inclemencia del tiempo, asistió el pueblo de Badajoz entero y las campanas de todos los templos doblaron durante el entierro; en el depósito y una vez dado fin al ceremonial religioso, desfiló ante los féretros un enorme gentío; luego la comitiva se dirigió al cementerio, donde las víctimas recibieron sepultura, hubo discursos y vivas a España y a la Guardia Civil".

La comitiva tardó casi dos horas en llegar a la Seo. Al acto religioso asistieron entre otras personalidades el Ministro de la Gobernación que pronunció al finalizar el acto unas breves palabras de agradecimiento a la Guardia Civil que fueron aplaudidas por los asistentes, asimismo el General Sanjurjo entregó 5.000 pesetas a la familia de cada uno de los guardias muertos.
 
El 7 de enero uno de los Guardias Civiles fue enterrado en Torremayor, su pueblo natal. Según el diario La Libertad en la Capital se celebró una reunión de las fuerzas vivas para protestar ante los poderes públicos por los pasados sucesos y se abrió una suscripción a beneficio de las familias de las víctimas. Asistieron representaciones de todas las entidades y sociedades badajocenses, entre ellas la Real Sociedad Económica del País, el Ateneo, la Caja de Ahorros, el cabildo catedralicio y colegios profesionales.

Ante estos incidentes la vida política del país se caldea llegando la discusión política hasta el mismo Congreso de los Diputados. Al reanudarse las sesiones de las Cortes el 5 de enero de 1932, hubo un enfrentamiento dialéctico entre los diputados radicales y católicos (Diego Hidalgo y Beunza) y los socialistas (Nelken, Eduardo Ortega y Gasset). La base de la discusión ponía en juego la misma existencia de la Guardia Civil por parte del sector progresista y la defensa a ultranza del benemérito cuerpo por el sector conservador. El tema quedó zanjado con la participación del presidente Manuel Azaña, sus palabras son incuestionables y no dejan lugar a dudas de quienes fueron los verdugos y las victimas: "Permitidme que exprese mi asombro, porque con motivo de un suceso en que nadie podrá decir que ha habido un abuso por parte de la Guardia Civil, se haya puesto en litigio o se haya querido poner en litigio el prestigio mismo del Instituto; no en las Cortes, ciertamente sino fuera de aquí. Cualquiera diría que en Castilblanco ha sido la Guardia Civil quien se ha excedido en el cumplimiento del deber, y no deja de pasmarme que cuando cuatro infelices guardias han perecido en el cumplimiento de su obligación se ponga precisamente a discusión el prestigio del Instituto como si hubieran sido estos guardias no los muertos sino los matadores".

Otro problema que se planteo es cuál sería la jurisdicción que conociera de los hechos. Mientras que desde algunos sectores de izquierda se debate vivamente contra la aplicación del fuero de guerra. Será el propio Gobierno quien dictamine tras consulta preceptiva a la Auditoria de la división militar de Madrid que será un tribunal militar quien conocerá del proceso por los asesinatos. Eso es así pues según el artículo 5 del Código de Justicia Militar de la época establecía que "la agresión a un militar será constitutivo de delito militar" y por lo tanto juzgado por esta jurisdicción, sujeta a la Constitución Española de 1931.

Los veintidós detenidos pasaron a disposición judicial y fueron preventivamente encerrados en la prisión provincial de Badajoz el 9 de enero de 1932 a espera de juicio. No fue hasta julio de 1933 cuando se celebrará la vista por la causa por los sucesos de Castilblanco que tendrá como sede el Cuartel de Menacho en Badajoz. El fiscal del Consejo de Guerra será el Comandante del Cuerpo Jurídico militar Ricardo Calderón. Presidirá el Tribunal el Coronel del Regimiento de Infantería Castilla nº 3, José Cantero Ortega. De los cuarenta y cinco detenidos inicialmente fueron procesados veinte hombres y dos mujeres. Durante el juicio, el público abarrotó los bancos de la sala, ya que la vista era pública. Uno de los abogados defensores, don Luis Jiménez de Asúa, basó la defensa de los procesados en las infames condiciones de vida de los vecinos de Castilblanco.

Pudieron conmutarse las iniciales seis penas de muerte por otras a prisión a perpetuidad siendo condenado entre otros Justo López, Hipólito Bermejo, (a) Retuerto, Reyes Horcajo, Wenceslao Domínguez, etc. Aun así se recurrió la sentencia al Tribunal supremo que rebajó las penas, siendo condenados seis personas. Nunca se pudo identificar judicialmente a los verdaderos culpables de aquel horrible asesinato. De hecho la vecina de Castilblanco, Cristina Luengo, que según el fiscal fue la inductora de los luctuosos sucesos, fue absuelta.


Ante tal macabro suceso nos podemos hacer varias preguntas: ¿Qué ocurrió entre el 30 y el 31 de diciembre de 1931 para que en tan sólo 24 horas se pasara de una manifestación pacífica a otra donde se desató tanta crueldad? Si el día 30 de diciembre la manifestación se celebró y disolvió sin incidentes ¿qué o quiénes causaron esa preocupación en el Alcalde para que ordenara la disolución del acto? ¿Por qué el día de autos el Alcalde se fue al campo porque temía que algo pudiera ocurrir, según sus posteriores declaraciones?

Evidentemente algo estaba preparado para el último día de aquel gélido diciembre de 1931. A quien organizó aquella tragedia de muerte, los hechos le sobrepasaron dando lugar a uno de los sucesos más negros de la historia reciente de Extremadura.

Considero que los vecinos de Castilblanco que participaron en la masacre fueron utilizados. Fueron el arma asesina, no los asesinos. Detrás de esa forma de actuar se escondió mucha ignorancia, mucha manipulación. Los verdaderos autores de aquel crimen quedaron absueltos en el Juicio que se celebró en el Cuartel de Menacho, en aquel caluroso verano de 1933. Y pagaron los de siempre, el pueblo, que actuó como en la magnifica obra de Lope de Vega "Todos a una, como en Fuenteovejuna" cuando mataron al cruel Comendador. Los que con sus soflamas y dislates llevaron al pueblo a ese aquelarre de odio, se escondieron detrás de las togas, viendo cómo condenaba a seis de los imputados.

Hay hechos objetivos incuestionables:

–Fue una huelga ilegal.
–Al menos 200 a 300 manifestantes.
–4 Guardias civiles se dirigen con órdenes escritas para disolver esa Huelga Ilegal.
–El propio Abogado defensor, Jiménez de Asúa, se dirigió al tribunal solicitando una condena sólo por posesión ilegal de armas.

Veo sumamente improbable, que cuatro Guardias Civiles, fueran a disparar a bocajarro a 200 manifestantes "muchos de ellos armados". Si hay autores que proclaman que los instigadores o provocadores fueron los Guardias Civiles, desde mi humilde punto vista, están equivocados. Dejando apasionamientos aparcados ¿quién puede pensar que cuatro Guardias Civiles se enfrenten a 200 a 300 manifestantes? Algunos expresan que la Guardia Civil disparó, eso es evidente, lo que no expresan es que fue en defensa propia, y que el primer disparo fue al aire.

Lo que es evidente es que los verdaderos incitadores, planificadores, sembradores de esa simiente mortal, no fueron nunca puestos delante de un Tribunal. Como dije al principio, "de aquellos polvos estos lodos". Las causas que originaron la Guerra Civil se hunden más allá de 1936 y no sólo tienen su origen en un levantamiento espontáneo de cuatro generalitos. Como siempre la Guardia Civil no hizo otra cosa que obedecer órdenes del Gobierno Republicano para controlar las manifestaciones y aunque algunos le achacan que fueron los iniciadores de este suceso creo que ha quedado palmariamente demostrado que lo único que hicieron fue defenderse y derramar su sangre por aquella España Republicana.


• ABC, 4 enero 1932, p.18; 6 enero 1932, pp.20, 21 y 27.
• Crónica, 10 enero 1932 y 23 julio 1933.
• El Debate.
• El Socialista, 2 enero 1932.
• La Libertad, 1, 2, 3, 5, 7 y 9 enero 1932.
• Mundo Grafico: «La bárbara tragedia de Castilblanco».
• Mundo Obrero, 15 diciembre 1931.
• Nuevo Mundo (8 y 15 enero 1932, 5 agosto 1932 y 21 julio 1933).
• ARRARÁS, JOAQUÍN: Historia de la Segunda República Española. I, Editora Nacional, Madrid, 1964, pp.247-253.
• Crónica de la Guerra Civil Española. I, Codex, Buenos Aires, 1966, p.5.
• GARCÍA PEREZ, JUAN - SÁNCHEZ MARROYO, FERNANDO, «La guerra civil en Extremadura», Hoy, Badajoz, 1986, p.12.
• GAULE, JACQUES DE: La guerra de España 1936-1939. I, Madrid, Círculo de Amigos de la Historia, 1973, p.109.
• Historia de las Fuerzas Armadas. IV, Editorial Palafox, 1984, pp.60-61.
• JACSON, GABRIEL: La Republica Española y la Guerra Civil, RBA Coleccionables S.A. 2005.
• La Guerra Civil Española, I, El Mundo, Madrid, 2006, p.63.
• REBOLLO SÁNCHEZ, AUGUSTO: Badajoz la vida de una ciudad fronteriza, Servicio de publicaciones Ayuntamiento, Badajoz 2005.
• Parte Oficial del suceso de Castilblanco (Badajoz). Realizado por el Teniente Coronel Pedro de Pereda Sanz.

Blog de A. Manuel Barragan-Lancharro