El cardenal Willem Eijk, arzobispo de Utretch, en Holanda, ha querido hacer pública una carta en la que se manifiesta sobre la petición de la Conferencia Episcopal de Alemania, a la que se opusieron siete obispos alemanes, para que se permita la comunión de protestantes en ciertas circunstancias, como en el caso de que éste esté casado con un católico. El Papa ha pedido a los prelados alemanes unanimidad en este asunto.

Entre otras cosas, el purpurado holandés, afirma en su escrito que "la práctica de la Iglesia católica, basada en su fe, no está determinada y no cambia estadísticamente cuando una mayoría de una conferencia episcopal vota en favor de ella, incluso si es unánimemente".

Esta es la carta íntegra del cardenal Eijk sobre este asunto:

La Conferencia episcopal alemana ha votado, por una amplia mayoría, en favor de unas directrices que conllevan que un protestante casado con un católico puede recibir la Eucaristía si reúne una serie de condiciones: debe haber realizado un examen de conciencia con un sacerdote u otra persona con responsabilidades pastorales; debe haber afirmado la fe de la Iglesia católica y debe desear, también, poner fin a la “seria angustia espiritual” y tener “el deseo de satisfacer su anhelo por la Eucaristía”.

Siete miembros de dicha Conferencia episcopal han votado contra estas directrices y han buscado la opinión de algunos dicasterios de la Curia romana. El resultado es que una delegación de la Conferencia episcopal alemana habló, en Roma, con una delegación de la Curia romana, incluyendo el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.


El cardenal Marx es actualmente el presidente de la Conferencia Episcopal de Alemania 

La respuesta del Santo Padre, dada a través del prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe a la delegación de la Conferencia alemana, a saber: que la Conferencia debe debatir el borrador de nuevo e intentar llegar, si es posible, a una aprobación unánime, es totalmente incomprensible. La doctrina y la práctica de la Iglesia sobre la administración del Sacramento de la Eucaristía a los protestantes son perfectamente claras.

El Código de Derecho Canónico declara:

“Si hay peligro de muerte o, a juicio del obispo diocesano o de la Conferencia episcopal, urge otra necesidad grave, los ministros católicos pueden administrar lícitamente esos mismos sacramentos también a los demás cristianos que no están en comunión plena con la Iglesia católica, cuando éstos no puedan acudir a un ministro de su propia comunidad y lo pidan espontáneamente, con tal de que profesen la fe católica respecto a esos sacramentos y estén bien dispuestos”. C.I.C. 1983, can. 844 § 4 (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) n. 1401).

Esto se aplica, por lo tanto, a casos de necesidad grave, sobre todo cuando hay riesgo de muerte.

La intercomunión en principio sólo es posible con los cristianos ortodoxos, porque las Iglesias orientales, aunque no están en plena comunión con la Iglesia católica, tienen verdaderos sacramentos y, sobre todo, en virtud de su sucesión apostólica, un sacerdocio válido y una Eucaristía válida (CIC n. 1399, C.I.C. 1983 can. 844, § 3). Su fe en el sacerdocio, en la Eucaristía y, también, en el Sacramento de la Penitencia es igual al de la Iglesia católica.

Sin embargo, los protestantes no comparten la fe en el sacerdocio y la Eucaristía. La mayoría de los protestantes alemanes son luteranos. Los luteranos creen en la consubstanciación, que implica la convicción que, además del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el pan y el vino están presentes cuando alguien los recibe. Si alguien recibe el pan y el vino sin creer en esto, el Cuerpo y la Sangre de Cristo no están realmente presentes. Fuera de este momento de recibirlos, sólo quedan el pan y el vino, y el Cuerpo y la Sangre de Cristo no están presentes.

Obviamente, la doctrina luterana de la consubstanciación difiere esencialmente de la doctrina católica de la transubstanciación, que implica la fe en que lo que recibimos bajo las especies del pan y el vino, incluso si son administrados por alguien que no cree en la transubstanciación e incluso fuera del momento de la administración, son el Cuerpo y la Sangre de Cristo y ya no son pan y vino.
 
Debido a estas diferencias fundamentales, la comunión no debe ser administrada a un protestante, incluso si está casado con un católico, porque el protestante no vive en comunión plena con la Iglesia católica y, por lo tanto, no comparte de manera explícita la fe en su Eucaristía. Las diferencias entre fe en la consubstanciación y fe en la transubstanciación son tan grandes que se debe pedir a la persona que desea recibir la Comunión que entre explícita y formalmente en plena comunión con la Iglesia católica (excepto en caso de peligro de muerte), confirmando así explícitamente su aceptación de la fe de la Iglesia católica, incluyendo la Eucaristía. Un examen de conciencia privado con un sacerdote u otra persona con responsabilidades pastorales no es suficiente garantía de que la persona implicada acepte realmente la fe en la Iglesia. Aceptándola [la Eucaristía], la persona puede, sin embargo, hacer una única cosa: entrar en comunión plena con la Iglesia católica.

El borrador de las directrices de la Conferencia episcopal alemana sugiere que sólo hay unos pocos casos de protestantes, casados con católicos, a los que les gustaría recibir la Comunión utilizando estas directrices. Sin embargo, la experiencia demuestra que, en la práctica, este número generalmente aumentará. Los protestantes que estén casados con católicos y vean a otros protestantes casados con católicos recibir la Comunión, pensarán que pueden hacer lo mismo. Y al final, incluso los protestantes no casados con católicos querrán recibirla. La experiencia general en este tipo de arreglo es que los criterios se amplían rápidamente.

Ahora, el Santo Padre ha informado a la delegación de la Conferencia episcopal alemana que deben discutir de nuevo el borrador de las propuestas para redactar un documento pastoral sobre, entre otros temas, la administración de la Comunión, e intentar buscar la unanimidad. ¿Unanimidad sobre qué? Asumir que todos los miembros de la Conferencia episcopal alemana, después de discutirlo de nuevo, decidan unánimemente que la Comunión puede ser administrada a los protestantes casados con católicos (algo que no sucederá), ¿se convertirá, a pesar de ser contrario a lo que afirman el Código de Derecho Canónico y el Catecismo de la Iglesia Católica a este respecto, en la nueva práctica de la Iglesia católica en Alemania? La práctica de la Iglesia católica, basada en su fe, no está determinada y no cambia estadísticamente cuando una mayoría de una conferencia episcopal vota en favor de ella, incluso si es unánimemente.

Lo que afirman el Código de Derecho Canónico y el Catecismo de la Iglesia Católica debería haber sido la reacción del Santo Padre que, como sucesor de San Pedro, es “el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad así de los obispos como de la multitud de los fieles” (Lumen Gentium n. 23). El Santo Padre debería haber dado a la delegación de la Conferencia episcopal alemana directrices claras, basadas en la doctrina y práctica claras de la Iglesia. Y sobre esta base, a la mujer luterana que, el 15 de noviembre de 2015, le preguntó si podía recibir la comunión con su esposo católico, le debería haber respondido que no es aceptable, en lugar de sugerir que podía recibirla en base a su ser bautizada y de acuerdo con su conciencia. Al no aclarar la cuestión, se está creando gran confusión entre los fieles y se está poniendo en peligro la unidad de la Iglesia. Es el caso también de cardenales que, públicamente, proponen bendecir las relaciones homosexuales, algo que es diametralmente opuesto a la doctrina de la Iglesia, fundada en la Sagrada Escritura, que afirma que el matrimonio, según el orden de la creación, existe sólo entre un hombre y una mujer.

Viendo que los obispos y, sobre todo, el Sucesor de Pedro fracasan en su deber de mantener y transmitir fielmente y en unidad el depósito de la fe contenido en la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura, no puedo no pensar en el artículo 675 del Catecismo de la Iglesia Católica:

“La última prueba de la Iglesia

Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el ‘misterio de iniquidad’ bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad”.

+Willem Jacobus Cardenal Eijk
Arzobispo de Utrecht, Holanda
Utrecht, 5 de mayo de 2018

(Traducción de Helena Faccia para Infovaticana)