La fotografía de una monja joven con hábito completo, ensangrentada en el suelo, con un teléfono móvil en la mano, dio la vuelta al mundo como símbolo del terremoto del centro de Italia que sorprendió a cientos de miles de personas a las 3 y media de la mañana del 24 de agosto y causó 290 víctimas mortales y enormes daños materiales en las localidades de Amatrice, Accumoli, Arquata del Tronto y Norcia, entre otras. 

Hoy sabemos quién es y qué hacía la protagonista de la foto: era la hermana Marjana Lleshi, religiosa de las Siervas del Señor, de 35 años y nacionalidad albanesa, y estaba enviando un mensaje de texto a sus parientes para tranquilizarlos.


“Pensé que iba a morir cuando las paredes del convento se colapsaron”, explicó a la prensa italiana. Ella dormía en el convento Don Minozzi, junto a la Iglesia del Santísimo Crucifijo en Amatrice, cuando empezó el terremoto en lo más cerrado de la noche. Con otras seis religiosas se encargaba de cuidar a seis ancianas en la casa. Cuidar ancianos y atender niños pequeños en guarderías son dos de las tareas propias del carisma de su congregación. 




Con los temblores, la hermana Marjana despertó. Estaba cubierta de polvo y sangraba por la cabeza. Había recibido un golpe y además estaba atrapada entre los escombros. Durante unos segundos intentó comprender bien lo que sucedía. Luego se puso a pedir ayuda. Hubo un momento en que pensó que moriría sepultada. Pero tenía el móvil, que funcionaba bien, y lo usó para lo que lo usaba tan a menudo en su vida cotidiana: escribir mensajes de texto a amigos pidiendo que orasen por ella. 

En este caso, sin embargo, eran además mensajes de despedida porque pedía ya que orasen por su alma. “Me despedí de ellos para siempre”, relata.

Sin embargo, no se atrevía a enviar esos mensajes a sus familiares más cercanos: “No podía despedirme de mi familia porque tenía miedo de que a mi padre le diera un colapso emocional y muriera al escuchar algo así”.


Tampoco dejó de gritar pidiendo ayuda, y un joven que colaboraba con las hermanas atendiendo ancianas en el convento acudió. “En ese momento oí una voz que me llamaba, ‘¡hermana Marjana, hermana Marjana!’”. 

El rescatador la sacó, ya de día, y la llevó a un lugar tranquilo. Esa es la escena en la que fue inmortalizada como símbolo del terremoto: sentada en el suelo, temblando todavía, y enviando mensajes a amigos y parientes, esta vez explicándoles que había sobrevivido a la tragedia. Un fotógrafo de la agencia italiana ANSA fue quien la fotografió y en pocas horas la escena ilustraba los medios gráficos del mundo entero. 


La hermana Marjana Lleshi fue después atendida por los médicos debido al polvo que había inhalado bajo los escombros. A la ensangrentada herida en la cabeza le aplicaron unos puntos de sutura. 



Queda una profunda herida humana y anímica, de las que sólo Dios puede sanar: tres hermanas de su congregación y cuatro ancianas de las que atendían murieron en el terremoto. Y está la visión desoladora de las instalaciones destrozadas y los vecinos y conocidos sin hogar, desesperados entre cascotes.

Para sanar estas heridas y recuperar la esperanza Marjana Lleshi mira hacia el 4 de septiembre, a la canonización de la Madre Teresa de Calcuta en Roma. Ella era también una religiosa albanesa que "dió esperanza a aquellos que no la tenían". Tiene ilusión por estar en Roma esa día, llenarse de esa esperanza y poder transmitirla a los demás, también entre los escombros de casas y vidas quebrantadas.