El pasado 4 de mayo, durante una misa presidida por el arzobispo de Nápoles, Domenico Battaglia, se produjo una vez más el llamado "milagro de la licuefacción" de la sangre de San Genaro en la basílica de Santa Clara en Nápoles.

Este es un fenómeno que la prensa suele difundir porque tiene fechas estipuladas y está previsto 3 veces al año:

- cada sábado anterior al primer domingo de mayo (cuando se conmemora la traslación de los restos del santo a Nápoles);
- cada 19 de septiembre, día de San Genaro;
- cada 16 de diciembre, cuando los fieles acuden a la basílica en agradecimiento por interceder el santo desde el Cielo ante la erupción del Vesubio de 1631.

La arquidiócesis de Nápoles informó desde su web que el sábado "a las 18:38 horas" se produjo una vez más el milagro de la licuefacción de la sangre de San Genaro. En la misa estaba presente, como es habitual por la ocasión, el alcalde de Nápoles, Gaetano Manfredi.

Los fieles celebraron el hecho con una gran procesión y multitudes de devotos.

Vincenzo De Gregorio, responsable de la basílica, agitó la ampolla que contiene la sangre del santo mártir, habitualmente solidificada. Después se agitó un pañuelo blanco, signo de que efectivamente se repetía el fenómeno: la sustancia se hacía líquida.

Contra la superstición, la confianza

En Nápoles se suele decir que si la sangre no se licúa caerán calamidades sobre la ciudad, pero el arzobispo Battaglia predicó contra el miedo y la superstición.

"Esta sangre es el signo de un sueño de salvación, de esperanza, de confianza. No es un oráculo a consultar sino una brújula a seguir, porque está siempre bien orientada hacia Cristo, origen y meta de nuestro camino, nuestra historia y de la historia del mundo", afirmó.

Un obispo mártir y valiente

El arzobispo recordó que según las antiguas actas, Genaro fue un obispo mártir, víctima de la terrible persecución del emperador romano Diocleciano, que duró desde el año 303 al 313. "Él, sin ningún temor, antepuso el bien de los hermanos a su propia seguridad, yendo a visitar a un hermano encarcelado a causa de su fe en Cristo”, explicó el arzobispo napolitano.

Battaglia pidió al santo poder imitarle, "que estemos siempre con los pies listos para llegar a los hermanos y hermanas que están en prisiones físicas, interiores o sociales", "no temiste ponerte en camino y arriesgar la vida para difundir el pan de la Palabra que restaura a los hermanos prisioneros".

También pidió su intercesión orante "para que en esta tu ciudad no vuelva a derramarse sangre inocente, para que en nuestra Europa, en Tierra Santa y el mundo entero, cesen los conflictos fratricidas” y que “el Sol de la paz”, Jesucristo, “derrote toda violencia, enjugue las lágrimas de dolor y desarme con el perdón todo deseo de venganza”.

Según las actas y la tradición, San Genaro fue obispo de Benevento, Campania, cerca de Nápoles. Nació en el 272 y fue ejecutado el 19 de septiembre del año 305 junto con otros compañeros presos. Según la leyenda, trataron de quemarlos vivos en un horno pero el fuego no les hizo daño. Después fueron arrojados a los leones, pero las fieras no quisieron acercarse a ellos. Finalmente, los verdugos romanos les cortaron la cabeza.