Luis Argüello, desde 2018 portavoz de la Conferencia Episcopal y desde 2016 obispo auxiliar de Valladolid, es entrevistado en profundidad en El Debate por José María Sánchez Galera. Habla con libertad y bastante autocrítica de la situación de los católicos y la cultura católica en España y en el mundo.

Él, que es el rostro de la Iglesia española ante la prensa, admite precisamente, en esa entrevista: "hemos pecado de ofrecer un cristianismo de valores sin rostro". 

"Se ha producido un repliegue por parte de los católicos", explica. "Quizá es el resultado de una inercia en la manera de vivir la fe, ya en el rincón de la privatización confortable o en la plaza del testimonio de unos valores, compartidos con nuestros conciudadanos, pero sin presentar su fuente o bien renunciando a una propuesta cristiana al pensar que la fe ofrece «motivación» o sentido para vivir, pero no un pensamiento y formas de vida propias".

Para vivir como cristianos hoy, cita la propuesta del Concilio Vaticano II, que resume como:

- volver a las fuentes, Palabra y Sacramento;
- recuperar la iniciación cristiana, Palabra, Liturgia y Vida Nueva
- vivir el seguimiento de Cristo como vocación y en comunidad
- ser Iglesia en el mundo sembrando «gérmenes y diseños del Reino de Dios»

Argüello añade: "estamos llamados a «estar en el mundo, sin ser del mundo para transformar el mundo». La mundanidad está en el corazón herido por el pecado y en poner la esperanza de la evangelización en «el poder» y no en la gracia. Es imprescindible cultivar la vida de gracia y ofrecer, en gratuidad, un testimonio encarnado de vida evangélica y de la doctrina social de la Iglesia en ambientes e instituciones".

A la hora de concretar ese "testimonio visible" señala las "familias abiertas a la vida que se agrupan en «familia de familias», comprometidas con el bien común desde las relaciones naturales que se dan en la vecindad".

Una minoría, pero "en permanente salida"

Argüello ya da por supuesto que los católicos hoy son "un pueblo entre los pueblos y además minoritario desde el punto de vista de la incidencia cultural. Por eso, nuestra referencia para evangelizar es la primera navegación de la Iglesia: una minoría martirial en permanente salida".

Además, advierte que "la Modernidad antropocéntrica es incapaz de superarse a sí misma sin renunciar al humanismo en propuestas «transhumanistas»". Ante este peligro, el teocentrismo es una intuición protectora para el hombre.

Preguntado por la falta de belleza en el arte y los edificios cristianos modernos, lo atribuye a "el espíritu de la época, ausencia de misterio y funcionalismo, además de la prisa". Pero añade que "algunas de las nuevas realidades eclesiales sí están siendo capaces de diseñar espacios, componer música y crear iconos que ayudan al encuentro con la belleza".

¿Hace buen uso la Iglesia española de sus numerosas universidades, radios, medios culturales...?, le preguntan.

"Seguramente hemos pecado de dispersión y de ofrecer un cristianismo de valores sin rostro", admite. "Creo que hoy somos muy conscientes de esta carencia y se está produciendo un giro. Este se da con lentitud, pues estas instituciones, algunas muy grandes, han generado inercias e intereses empresariales que dificultan una renovación más ágil".

Criticar a los obispos... ¿desde lejos o desde cerca?

Sobre los que critican la ineficacia de los obispos, o su mala gestión, distingue entre los que lo hacen "desde lejos a través de medios de comunicación, sobre todo las redes sociales" y los que lo hacen "más de cerca en el camino compartido en el día a día".

Después añade que el Papa "nos empuja a un camino sinodal que reclama un crecimiento en la escucha, en el discernimiento compartido y la acción apostólica".

Sobre las escuelas empresariales con un origen católico, señala que no basta "una leve pátina de valores cristianos, muchas veces dirigida solo al sujeto y no a los conocimientos científicos". Pide una "visión católica de la economía o de la empresa. No es suficiente formar personas, si se acepta de manera acrítica el entramado institucional del «capitalismo neoliberal»", y discernir desde "la Palabra y la Doctrina Social de la Iglesia".

Señala que si antaño el catolicismo generó "cooperativas y periódicos y mutualidades" y después se dejó de hacer es porque "se fue perdiendo la importancia de formar personas. Sin cooperativistas no hay cooperativas".

Y añade: "si nos planteamos una batalla cultural solo de ideas, y las formas de vida de los «ideólogos» no ofrecen una novedad, la guerra está perdida de antemano".

¿Qué tienen de cristiano las universidades cristianas?

"¿Cuánto sabe de Cristo, o de los Padres de la Iglesia, el alumno que obtiene un grado, máster, doctorado en una universidad católica?", pregunta El Debate, digital cercano a las universidades San Pablo CEU.

"Respetamos los diseños curriculares que ofrece la Administración pública sin enriquecerlos con nuestra propuesta. Seguimos pensando en un cristianismo transcendental que ofrece motivación y cierto sentido, y nos cuesta acoger una propuesta categorial que ensanche la razón y ofrezca paradigmas y contenidos a la búsqueda de la verdad y del saber", responde el obispo.

Sobre los seminarios, considera "un tópico de los años 70" decir que se estudie más Kierkegaard o ecologismo que "los Padres, el Demonio y las Postrimerías". Eso ya no sería así.

Y sobre los profesores de religión en las escuelas, admite que aunque realizan "un gran esfuerzo", "tienen que ganarse los alumnos cada año" y eso implica "el riesgo de rebajar exigencias para mantener o incrementar el alumnado".

Añade que la clase de religión en la escuela "es complementaria con la catequesis parroquial y no la suple. Precisamos una mayor colaboración entre la escuela y la parroquia con la familia".