Alberto Gatón es el capellán del barco escuela de la Armada Española, el Juan Sebastián Elcano, un navío que ya tiene 90 años y lleva para un viaje de seis meses a una tripulación de 170 personas, incluyendo 60 alumnos de la Escuela de Marina. Gatón, como cura castrense, ha vivido momentos duros en lugares muy difíciles. Los explica a Verónica Sánchez y Antonio Vázquez en una entrevista detallada en La Voz Digital

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Si no fuera por la sotana, que solo se pone cuando oficia misa y en las recepciones de protocolo, nadie diría que Alberto Gatón es sacerdote. Y es que, el páter (como se denomina de forma cariñosa a los curas en la milicia), vestido normalmente con el mismo uniforme que el resto de sus compañeros en Elcano, es uno más, tanto en el trabajo diario como en el trato.

Sonriente, afable y dado a las bromas, «si no sería un aburrimiento estar conmigo aquí seis meses», señala divertido, este cántabro asume durante el viaje una responsabilidad añadida a su labor espiritual, llevar una réplica exacta de La Galeona, patrona de Cádiz, en su capilla, que dará en el Elcano la vuelta a Suramérica en este 90 crucero de instrucción.


- Primero tienes que ser sacerdote. Es un proceso personal al que cada cual llega por caminos distintos siguiendo una vocación, una llamada. En mi caso fue bastante mayor, ya con casi 30 años. Y para ser capellán castrense hay dos vías, una es entrando en el seminario castrense, ordenándose y sacando las oposiciones, primero de capellán y luego de capellán con carácter permanente. O también, como fue mi caso, viniendo de la calle, que obedece a distintos motivos. El mío fue siguiendo un consejo que se me dio de incorporarme ya muy mayor, con 45 años. Vine, hice las oposiciones a temporal y luego a permanente y aquí estoy.


- Maravillosos. Antes de llegar a Armada estuve siete años en el Ejército de Tierra, en la Academia de Ingenieros, donde enseñaba Derecho Internacional y además pude desplegar en el Líbano con la Brigada Acorazada. Y ahora en la Base Naval de Rota, también genial. Además, entre una y otra he ido, además de al Líbano, a Somalia, a otro crucero de instrucción del Elcano y a la operación ‘Sophia’.

»Me gusta mucho ir de misión y doy las gracias a Dios por la confianza dada. Cada misión es un mundo. La primera, al Líbano, fue porque me encargaba a la vez de la Academia de Ingenieros y de la Base del Goloso, en un momento en que el Goloso estaba sin sacerdote. El general Alcañiz me pidió y mi arzobispo me designó. La segunda fue la operación ‘Atalanta’ [contra la piratería en aguas de Somalia] en la fragata ‘Numancia’, en ella se consideró que yo era el oportuno y, frente a lo habitual, estando en el Ejército de Tierra y gracias a la generosidad de la Academia de Ingenieros, participé bajo las órdenes del capitán de navío Luis Díaz Bedia, que me enseño todo en la navegación durante el que fue mi bautizo marino.

»En la tercera, el crucero del Juan Sebastián de Elcano fue también lo mismo, estaba en el Ejército de Tierra. En la cuarta, la operación ‘Sophia’, ya estaba en la Armada y la quinta es esta, en la que nos encontramos esta periodista y yo felizmente conversando.


- El Líbano fue una experiencia durísima al principio porque tuvimos la muerte de cinco compañeros y graves heridos a los que les explotó una mina en Hoyo de Manzanares en el periodo de preparación. Digo que la más dura fue ‘Sophia’ no por lo personal, porque tanto el comandante, como los oficiales y la dotación fueron maravillosos. El problema es que uno no está acostumbrado a navegar, a veces, entre cadáveres, por ejemplo. O a observar cómo nos estamos jugando la vida todos y conseguimos salvar milagrosamente la vida de los demás y la nuestra propia, no la mía, sino la de los marineros y miembros de la dotación que se jugaban hasta el último instante y aliento en salvar a niños, mujeres y hombres desarraigados de la tierra que estaban en esas aguas casi como ataúdes flotantes.


-Para llegar a embarcar han tenido un proceso en el que las mafias de personas les han ido explotando, con auténticos dramas personales. Uno lo que siente en esos momentos es ganas de ayudar y de no estorbar. Cada instante está perfectamente organizado y todos, desde el capellán hasta el último miembro de la dotación, tenemos nuestra misión, colaborando como uno más con el mono blanco y la máscara a que suban todos los que van llegando.


- En el momento que se está rescatando a la gente depende, cada rescate es distinto. Desde encontrarnos a 40 niños de entre 2 y 3 añitos abandonados en unas lanchas, hasta un rescate en el que una adolescente con una mochila en la que llevaba un bebé de una semana en una caja de cartón, trepó entre los golpes de mar por la amura de estribor del barco. Fue tremendo. Uno siente dolor, amor, tristeza, esperanza, todo mezclado. Pero es muy duro, de hecho te estoy hablando ahora y me estoy emocionando.




- Por una parte, está la militar. Como ves voy vestido de uniforme. Nunca hay que perder de vista que somos militares porque somos sacerdotes, pero esa parte militar significa que eres un compañero más. Resumiendo, sería sacerdote para los cristianos y compañero para todos. Incluso aunque alguien tenga un problema o resquemor con el clero, acaba viendo en el capellán castrense a un compañero.

»Por ejemplo, un oficial normal no puede bajar a comer a marinería, no obstante, el capellán debe bajar a comer a marinería y debe ser uno más. Es verdad que tiene una consideración, en mi caso, de comandante, pero ellos no la ven, lo que ven es un compañero que es un cauce no reglado con el comandante y el segundo comandante. El sacerdote debe sentirse humilde, prudente, sincero, disponible y sobre todo, además de alegre, generoso en el tiempo, en la entrega y con los compañeros, que confíen en ti.


- Aquí normalmente el capellán imparte Historia Marítima. En mi caso, en la Academia de Ingenieros daba las asignaturas jurídicas de cuarto y quinto curso, Geopolítica y Relaciones Internacionales y Derecho Internacional, porque soy profesor asociado en una universidad civil.


- Es distinto al anterior, en el que era todo nuevo y distinto. En este segundo viaje la ventaja es que además, al pertenecer a la Armada, no solo soy uno más, sino que soy un adoptado de una familia, puesto que la labor que llevo a cabo en la Base Naval de Rota hace que con los que estoy navegando sean también mis feligreses, amigos y compañeros. Sea lo que sea, si el sacerdote se da hay mucho tiempo para conocernos. Distinta es la dotación, la promoción y el comandante, estoy orgulloso de servir a la Patria a través de sus órdenes. Cada barco es distinto y lo hace su gente.



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- Sí. Además tuve la fortuna de rezar a La Galeona [la Virgen patrona de Cádiz] de niño, ya que mi padre era médico y dirigía el hospital de Puerto Real. Incluso recuerdo haber estado en el Elcano con otra Galeona hace muchos años.

»Para mí es muy bonita esta tierra a la que tanto amo. De hecho tengo cuatro hermanas que nacieron en Cádiz y llevar a La Galeona emociona, es una gran responsabilidad espiritual pero, sobre todo, un recuerdo a esa tierra maravillosa que es Cádiz que solo está formada de luz y de alegría.


-La Virgen del Carmen es todo. Una anécdota, la de un marinero ateo, que nos cogió un temporal y, al pasarle por encima una ola, el ateo dijo, «¡Ay. Virgen del Carmen, líbranos!». Es decir, que hasta los ateos la invocan. La Virgen del Carmen para el marino es todo, es la intercesora, a la que uno recurre cuando la familia tiene un problema, cuando un amigo está mal, cuando hay días de tempestad o de calma.

»La Virgen del Carmen es ese instinto maternal que hace que el creyente a través de la madre de Dios eleve sus súplicas al Señor de la calma y de la tempestad. A lo mejor echa muchos rayos y truenos e igual es mejor aplacarlo un poco con su madre, así que está constantemente presente. Al rezar a la Virgen del Carmen, ya sea en la oración del ocaso o en la Salve, hasta los ateos se emocionan. Se une tradición para los que no tienen fe con un sentimiento espiritual intensísimo para los que tienen la fe más tibia.


Hace más de quinientos años, la primera vez que un barco español se hizo a la mar para cruzar el Atlántico, hacia las Indias, portando la imagen de Nuestra Señora del Rosario, La Galeona, se elaboró esta oración. Desde entonces, cada vez que el Juan Sebastián de Elcano inicia un crucero de instrucción, el piloto (es decir, la persona que tiene la responsabilidad, bajo la tutela del comandante, de llevar la nave), reza esta oración. En este caso, el encargado fue el teniente de navío Javier García Monge. 

Dice así:«Larga trinquete en nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Tres Personas y un solo Dios verdadero, que sea con nosotros y nos guarde, que acompañe y nos dé buen viaje a salvamento y nos lleve y vuelva a nuestras casas».