Desde el año 1643, con el rey Felipe IV, es tradición que el 25 de julio, en la fiesta del Apóstol Santiago, patrón de España, el rey o un legado suyo acudan a la catedral de Compostela para pedir la intercesión del Apóstol. Este año ha sido el presidente del Parlamento de Galicia, Miguel Santalices, el delegado regio. En su discurso de ofrenda enmarcado en la misa solemne del Apóstol ha pedido "seguir prestando atención, con más intensidad si cabe, a las personas y a sus necesidades" y que los representantes políticos de Galicia, España y Europa estén "más presentes en la calle" para así "ponerse en el lugar de los que viven marginados", con el fin último de "hacer frente al euroescepticismo que tanto nos ocupa y preocupa".



Santalices ha puesto como ejemplo la "capacidad inspiradora" del Camino de Santiago en una Europa "a veces huérfana y, a la vez, necesitada de referentes aglutinadores" en un momento de "enormes tensiones sociales, intelectuales y políticas" con "situaciones crudelísimas del terrorismo y de las guerras".

Por su parte, el arzobispo de Santiago de Compostela, Julián Barrio, abogó en su homilía por recuperar la fe en Dios y los valores de la tradición cristiana en la sociedad, a fin de garantizar así una plena defensa de la dignidad humana. 

El arzobispo apostó por “revitalizar la tradición cristiana y vivir los valores auténticos que han dado sentido a nuestra vida”. “La negación implícita o el rechazo explícito de Dios”, expuso,  “han contribuido a la perplejidad moral en que vivimos. Sin el coraje moral que hace salir del escepticismo, la sociedad no podrá superar los momentos de crisis”. 



Barrio también explicó que “la pretensión de reducir la religión al ámbito privado contradice los principios de una sociedad verdaderamente democrática” y recordó que, tal y como señaló la Iglesia en el Concilio Vaticano II, “el ejercicio de la libertad religiosa requiere la ausencia de todo tipo de coacción por parte de personas, grupos sociales o del poder público, y que no se obligue a nadie a actuar contra su conciencia ni se le impida que actúe conforme a ella, pública o privadamente, solo o asociado con otros, dentro de los límites debidos”.

El arzobispo compostelano vinculó la promoción y defensa de la dignidad humana con la recuperación integral del legado cristiano. La fe transmitida por el Apóstol Santiago y por los demás apóstoles, dijo el arzobispo santiagués, “nos descubre la verdad de Dios y del hombre, y nos motiva a erradicar las causas de las que emergen guerras, odio, terrorismo, y penurias cotidianas”.



En una homilía llena de densidad evangélica y de referencias  al actual momento histórico, monseñor Barrio señaló que “en la crisis humanitaria, moral y religiosa de Europa que se encontró a sí misma alrededor de la memoria de Santiago, y de España, en el contexto europeo, se percibe la “pérdida de la memoria y de la herencia cristianas, unida a una especie de agnosticismo práctico y de indiferencia religiosa, por lo cual muchos europeos dan la impresión de vivir sin base espiritual y como herederos que han despilfarrado el patrimonio recibido a lo largo de la historia”. 

Dijo también que “aumenta la dificultad de vivir la propia fe en Jesús en un contexto social y cultural en el que el proyecto de vida cristiano se ve continuamente desdeñado y amenazado” y apostó por “revitalizar la tradición cristiana y vivir los valores auténticos que han dado sentido a nuestra vida”.

En este sentido, monseñor Barrio aludió a que “las inagotables fuentes del progreso humano son el culto a Dios, la caridad y la misericordia con el prójimo”. Y tras asegurar que “la pretensión de reducir la religión al ámbito privado contradice los principios de una sociedad verdaderamente democrática”, el arzobispo de Santiago de Compostela recordó que “donde no hay entrega por los demás surgen formas de prepotencia y sumisión impidiendo una auténtica promoción humana integral que conlleva respetar la vida, preocuparse de los ancianos y enfermos y no ser meros espectadores de personas víctimas de cualquier tipo de violencia”.



Monseñor Barrio afirmó que “la lógica del poder ha de cambiarse por la del servicio, la de la posesión por la del don, la del interés personal por la de la gratuidad. No olvidemos que el encuentro y la acogida del otro se entrecruzan con el encuentro y la acogida de Dios”.

Para concluir, el arzobispo ha tenido palabras para la "sombra de dolor" que tiñe esta celebración, con el tercer aniversario del accidente ferroviario de Angrois, y ha pedido la intercesión del Apóstol para que "los gobernantes sepan entrar en un auténtico diálogo" y por "todas aquellas personas que están ofreciendo sus mejores esfuerzos para responder a las exigencias del bien común y construir una sociedad mejor".

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