Nuestra Señora de Herrera, en Miranda de Ebro (Burgos) es el único monasterio de camaldulenses en España y cuenta con 8 monjes: seis españoles, un colombiano y un italiano. La norma de la congregación, fundada por San Romualdo en 1024 y presente en este convento desde 1923, permite un máximo de 12 hermanos.

Como en el caso de los cartujos fundados por San Bruno, se busca compatibilizar la vida del ermitaño solitario y silencioso con la vida comunitaria, en comunidades pequeñas.

El monasterio no está lleno, pero los monjes aseguran que sí hay mucho interés, personas que contactan y hacen una prueba, o a veces simplemente personas que quieren pasar unos días de vida sencilla en la hospedería.

Hace poco tiempo la comunidad hizo una llamada para ampliar las instalaciones con una celda para un monje y una hospedería externa para mujeres. Esta instalación es de vital importancia para las visitas familiares, puesto que ellas (ellos sí) no pueden entrar en la clausura y tenían que dormir en un hotel de Miranda de Ebro o de Haro. La respuesta fue positiva y están llevando a cabo la reforma, que ronda los 90.000 euros. «Va a buen ritmo y esperamos que esté concluida en Pascua de Resurrección», declaran en BurgosConecta.es.


Yermo de Herrera: en primer término se aprecian las celdas de los eremitas. 

Estas construcciones, que se sumarán a las doce celdas para eremitas que existen en la actualidad y a la hospedería interna para hombres, servirán para completar el día a día de la comunidad, en el que se combina la oración en silencio y soledad y la vida en común. Además, la sede de Miranda de Ebro sirve como noviciado (actualmente hay un novicio) y también acoge a un donado, una persona que pertenece a la orden pero que no hace los votos.

En los últimos años, la divulgación de su estilo de vida, bien mediante folletos o bien con libros, y la vida en fraternidad de los religiosos provocaron un crecimiento de contactos e interés. Actualmente existen en el mundo nueve yermos camaldulenses: tres en Italia, dos en Polonia y uno en España, Estados Unidos, Colombia y Venezuela.

La vida del monje ermitaño

La vida del monje es estricta. La jornada arranca a las 4.20 de la mañana, con oraciones y lecturas hasta las siete, hora a la que desayunan, aunque todas las comidas las hacen en la soledad de sus celdas. Después, llegan tres horas de tareas: mantenimiento, huerta, limpieza, cocina, las colmenas...

A las doce vuelven a la oración para, después de comer, pasar toda la tarde en la soledad de su habitáculo hasta las siete y media de la tarde, que cenan y, a las ocho, una pequeña reunión en comunidad que les lleva hasta las nueve, hora a la que se acuestan.

Viven de lo que producen, de los estipendios de los monjes sacerdotes y de unas pequeñas parcelas arrendadas a los agricultores de la zona, pero, sobre todo, de las ayudas del exterior, incluso del Banco de Alimentos. Nada de televisión, ni radio, ni aparatos electrónicos, ni conexión a Internet. Sólo un teléfono móvil mantiene a los camaldulenses en contacto con el mundo. También reciben revistas religiosas. «La comunicación con el exterior es muy limitada», admiten.