Aunque la gran ayuda de la Iglesia a las víctimas del accidente de tren de Santiago de Compostela llega en forma de funerales por el alma de los fallecidos, en las horas posteriores a la tragedia fue decisiva su labor de acompañamiento.

Varios sacerdotes han estado desde la madrugada del jueves junto con las unidades de asistencia médica y psicológica ayudando y tranquilizando a los familiares y amigos de muertos y heridos, con un valor añadido: están "acostumbrados al dolor", según explicó a La Opinión Ricardo Vázquez, uno de los curas que prestaron sus servicios en el Cersia, lugar donde se tramitó toda la información a las víctimas.

"La Iglesia sufre con ellos", añade, apuntando que su labor consistió en estar a disposición de las familias "por si alguna se acerca y habla algo": "Y también a ratos rezo, hay que rezar por ellos".

Es lo que confirma el padre David en declaraciones a ABC: "Estábamos para acompañarlos, hacerles ver que no estaban solos aunque la situación era muy difícil y que, en el fondo, Dios siempre está con los que sufren y más cuando son desgracias así".

Los sacerdotes acudieron, continúa, a medida que fueron tomando conciencia de la magnitud de la situación: "Llegamos, nos presentamos ante los médicos que intentaban administrar la situación y nos dijeron que tenía que ser un trabajo en equipo, en conjunto, tanto médicos, personal psicológico y todos los que se iban presentando allí, y la verdad es que muy bien, nos agradecieron mucho el estar allí".