Con motivo de la publicación de su nuevo libro "El precio del trono" editado por Planeta, el diario Público realiza una entrevista a su autora, la escritora Pilar Urbano (Valencia, 1940). En ella, el periodista Pedro Agueda le pregunta: “¿Es cierto que el Rey hizo penitencia tras la foto de Carod y Maragall con la corona de espinas?”

A lo que ésta responde:

“El Rey es su majestad católica, ese es su título, el gran maestre del Toisón de Oro, y eso requiere ser cristiano y ejercerlo. A su confesor y amigo, fray Bartolomé Vicens, muy preocupado, tocado, le dijo que tenía que hacer algo tras ver aquello. “Un gesto requiere otro gesto”, le respondió. Y al rey se le ocurrió, en desagravio, irse al Cristo de Medinaceli y besarle el pie”.

El Cristo de Medinaceli, muy vinculado a la Casa Real española, es un ecce homo de la Escuela Sevillana. Aunque anónimo, bien pudo haber sido realizado por Juan de Mesa o algún discípulo, en cualquier caso, en la primera mitad el s. XVII. Llevado por los capuchinos al fuerte de Mehdía (San Miguel de Ultramar) en Marruecos, fue secuestrado por los moros en 1681 y rescatado por los trinitarios en 1682. Procesionó por primera vez por Madrid ese mismo año, datando de entonces la tradiión de que todos los viernes primeros de marzo un miembro de la Casa Real se acerque a besarla.

En cuanto a los hechos aludidos, ocurrieron el 20 de mayo de 2005, cuando de visita oficial en Israel, el entonces Presidente de la Generalitat de Cataluña, Pascual Maragall, realizó una fotografía a Carod-Rovira mientras éste se mofaba de la corona de espinas que le fue colocada en la cabeza a Jesucristo, haciendo como que él mismo se la ponía.

No fue el único incidente en aquel desgraciado viaje, ya que Carod Rovira se negó a participar en un homenaje a Isaac Rabin, por ondear sobre el monumento del que fuera presidente del Gobierno israelí la bandera española.

Carod Rovira sí estuvo en cambio presente al día siguiente en una ofrenda floral realizada en memoria del mandatario israelí asesinado en la cripta del Museo del Holocausto de Jerusalén, después de que personal de la propia embajada española procediera a retirar la bandera española de la corona de flores enviada al efecto dejando sólo la señera.