Los retiros espirituales se están convirtiendo en una fuente de conversión y transformación para miles de presos en Estados Unidos. Esta experiencia se está realizando en Texas, en prisiones donde hay reclusos muy problemáticos y conflictos constantes, lo que ha llamado la atención de los responsables de las cárceles por los efectos beneficiosos que están teniendo en los condenados.

La Diócesis de Beaumont, situada en el estado de Texas, se ha volcado en este ministerio y son cientos de voluntarios católicos los que están provocando esta revolución espiritual. Son cerca de 300 los que hacen posible que se realicen estos retiros en cárceles masculinas y femeninas con todos los problemas logísticos que ello conlleva al involucrar a los 66 reclusos que participan en cada uno de ellos.


El diácono permanente Tommy Ewing es el director de este ministerio de prisiones en esta diócesis, en cuyo territorio hay una prisión federal y otras unidades privadas. Servir a los presos no entraba en los planes de este hombre cuando fue ordenado hace ya doce años. “Tenía miedo, no quería entrar por sus puertas”, asegura.  Ahora afirma que “una vez que entras y tomas contacto con estas personas, te das cuenta de que eres un instrumento de la gracia de Dios”.


El diácono Tommy Ewing dirige este programa en la Diócesis y cuenta las maravillas que ha producido en muchos reclusos

El más exitoso de los programas es el llamado San Maximiliano Kolbe, un modelo de retiro realizado en parroquias pero que se había adaptado a la situación excepcional que se da en las cárceles.


En 2012 llegó a Beaumont y cuando Ewing y el resto de voluntarios lo presentaron a los responsables de seguridad de la prisión de la ciudad se encontraron con cierta animadversión y escepticismo. Dieron el visto bueno con una condición, si este retiro funcionaba podría tener cierta continuidad, si ocasionaba algún problema no se volvería a realizar.

“Tres semanas después del primer retiro, nos reunimos con el alcaide”, recuerda este diácono. Habían asistido 66 presos de aquella penitenciaría. De su cajón sacó una pila de cartas, más de 60. Los presos valoraban lo que habían recibido en el retiro y estaban contentos y colaborativos con los guardias desde entonces.



Sorprendidos ante tal reacción, el director de la prisión les preguntó cuándo podrían organizar otro retiro. Esta experiencia ha dado resultados similares en las distintas cárceles del estado, por lo que se está favoreciendo desde las propias instituciones de prisiones.


El director de la capellanía del Departamento de Justicia Criminal de Texas, Michael Rutledge, afirma que cuando el programa Kolbe llega a una prisión y se realiza el fin de semana “tiene un efecto en el aumento de los que asisten a los servicios religiosos”, lo cual es algo que también repercute en la rehabilitación del delincuente.

Los retiros son intensivos de fin de semana y se hacen en comunidad. El tope de presos es 66 por temas logísticos, y aquellos que ya han participado en retiros anteriores pueden compartir su experiencia en el retiro en curso siendo seleccionados a través de un sorteo.




Durante el fin de semana hay adoración eucarística, confesión, testimonios y pueden compartir sus problemas. Incluso se realiza un Vía Crucis. “Puedes ver como se emocionan visiblemente”, afirma el diácono Ewing.

Uno de los puntos fuertes y que más impacto tiene entre los presos es la adoración eucarística, donde el Santísimo está todo el fin de semana presente en una habitación separada. En la oscuridad que marca una prisión, “traes la luz de Cristo, y estos hombres pueden sentirla”. “Esto marca la diferencia”, explica el responsable de esta pastoral.


La reconciliación se fomenta en estos retiros. “El acceso a la confesión y la adoración suavizan incluso al más duro de los corazones”, explica Ewing, que tras todos estos años concluye que “es una gran experiencia que cambia la vida”.



Por su parte, los responsables de las prisiones y los propios funcionarios han notado que estos retiros son particularmente efectivos para sacar a la luz distintos problemas que puedan estar preocupando al preso y así permitir que sean tratados y solucionados.


“Están provocando una transformación”, cuenta el padre Rutledge a Our Sunday Visitor, pues “no se puede lograr la transformación de nadie a menos que toque su corazón”.

Algunos de los presos que han cambiado su estilo vida tras pasar por estos retiros han escrito a los voluntarios que les ayudaron. “Han encontrado amistad, amor y hermandad, muchos de ellos habían perdido la esperanza”, confiesa el diácono Ewing.


En una de las cartas que ha recibido de los reclusos, se puede leer como el preso da las gracias y asegura: “Dios me creó, pero vosotros me habéis hecho lo que hoy soy y lo que Dios quería que fuera”.

“Seguiré en mi vida este camino de fe en Cristo hasta el fin de mis días y seguiré luchando paa que el amor de Dios siga en mí”, afirma este preso en la misiva.