Fue un presidente demócrata, Bill Clinton, quien firmó el 21 de septiembre de 1996 la ley de defensa del matrimonio (DOMA, Defense of Marriage Act) que definió como tal exclusivamente el contraído entre hombre y mujer, permitiendo a los estados rechazar el reconocimiento legal a parejas del mismo sexo.


Bill Clinton, firmando en 1996 la ley de defensa del matrimonio que lo definía como exclusivamente el contraído entre hombre y mujer. Entonces su esposa Hillary coincidía con su marido. Ahora ambos se suman a la corriente.

En la línea de esa ley federal, las naciones cheroqui (2004) y navajo (2005) establecieron sus propias protecciones del matrimonio mediante su definición específica, leyes que ahora se convierten en el último reducto de la institución matrimonial tras la sentencia Obergefell vs Hodges del Tribunal Supremo, que el pasado 26 de junio declaró contrarias a la Constitución las leyes que no reconozcan el llamado matrimonio gay.


En Estados Unidos existen 566 tribus "nativoamericanas" reconocidas (muchas de ellas, del mismo pueblo aunque en distintos estados), y algunas sí aceptan esas uniones, pero las más numerosas y representativas son los navajos y los cheroquis (entre 250.000 y 300.000 miembros), cuyo comportamiento sirve además de pauta a las tribus más pequeñas.

Según CNSNews, las otras nueve tribus que también mantienen legalmente el matrimonio suman otras 350.000 personas, con disposiciones legales diferentes en la forma pero coincidentes en el fondo: "El matrimonio entre personas del mismo sexo es nulo y está prohibido" (navajos); "la licencia y celebración de matrimonios del mismo sexo no están permitidas en esta jurisdicción" (cheroquis); "pueden contraer matrimonio dos adultos de distinto sexo" (oneidas); "un matrimonio entre personas del mismo sexo realizado en otra jurisdicción no será reconocido como válido y vinculante por la nación osage" (osages); "las personas del mismo sexo no se pueden casar ni divorciar" (seminolas); y así, hasta las once activamente defensoras del matrimonio, que desde 2011, a rebufo de la creciente presión -también entre ellos- del lobby LGTBI, han reconsiderado su legislación al respecto, decidiendo mantenerla.



Al tener un estatus legal de naciones soberanas que les reconoce el gobierno de los Estados Unidos, no están sujetas a la Constitución ni obligadas a cambiar sus normas a raíz de la sentencia del Tribunal Supremo, aunque obviamente la presión para que lo hagan es extrema. Varias de esas tribus sí tienen normas que permiten las uniones del mismo sexo, aunque sin equiparar el matrimonio a ellas.

Doce tribus menores permiten expresamente el matrimonio gay, entre ellas los coquille de Oregón, que lo hicieron en 2008 antes que la misma legislación estatal.


El resto mantienen una posición neutral, aunque el tenor de su lenguaje legal es inequívoco -como ha sido en todas las legislaciones del mundo hasta hace poco más de una década- y habla de "hombre y mujer", "marido y mujer" o "esposo y esposa". Así, los cheyenes definen el matrimonio como "una relación personal entre un hombre y una mujer que se toman mutuamente como esposo y esposa".

Las parejas de indios del mismo sexo que viven en las reservas pueden contraer "matrimonio" fuera de ellas, pero en el ámbito territorial bajo jurisdicción de la tribu no tendrán esa consideración.

En cualquier caso, la Administración conserva un inmenso poder para presionar a los nativoamericanos a través de la llamada Cláusula Comercial de la Constitución, que permite al Congreso un margen amplísimo para "regular el comercio con las naciones extranjeras y con las tribus indias". Esto es, el gobierno no podría imponer la decisión del Tribunal Supremo en territorio indio, pero sí condicionar la relación económica y comercial con cheroquis y navajos al cambio de su legislación sobre el matrimonio. Desde colectivos gay ya se está sugiriendo que lo haga.