Durante los meses previos al arranque de las primarias republicanas el pasado martes, la lid entre los candidatos ha sido básicamente la misma: la pugna del electorado conservador por encontrar una referencia que evite elegir a Mitt Romney como contrincante de Barack Obama.

Primero fue Michelle Bachmann, preferida del Tea Party; luego el provida Rick Perry; le siguió en las preferencias conservadoras (al menos en lo económico) Herman Cain, tumbado por escándalos sexuales; y cogió entonces fuerza Newt Gingrich, el artífice de la gran victoria conservadora de 1994 en las dos cámaras y cuya conversión al catolicismo en 2009 ha "curado" su hándicap principal ante el conservadurismo moral: tres matrimonios.


Hasta el 3 de enero era sólo cuestión de encuestas. Pero ese martes dio la gran sorpresa (aunque ya vaticinada por los sondeos) Rick Santorum, de 53 años, ex senador por Pennsylvania, que ha permanecido a la cola de las encuestas durante meses, pero que perdió esos caucus por sólo ocho votos. Eso sí, tras batallar ese estado más que ningún otro, sabedor de que sus aspiraciones pasaban por tal golpe de efecto.

Desde el fantástico arranque inicial de Pat Buchanan en las primarias republicanas de 1996 (que acabaria ganando Robert Dole para perder ante Bill Clinton), ningún católico había estado tan adelante en la carrera del GOP (Great Old Party) hacia la Casa Blanca.

Pero Santorum tiene un defecto, según la comentarista conservadora Ann Coulter, una de las principales creadoras de opinión de la derecha estadounidense: es demasiado católico, ha sentenciado. Esto es, "es más un católico que un conservador, y si no fuera porque cree en Dios, sería Ted Kennedy". Y eso que la llamada derecha evangélica ha sido el principal soporte de Santorum para su victoria moral en Iowa.


Pero una cosa es que el apellido Kennedy sea -y lo será para siempre- un mito de la política norteamericana, y otra que ser católico en política tenga que identificarse con él, de forma que en el ámbito conservador pueda convertirse en dedo acusatorio. (También se ha intentado con Marco Rubio, de 40 años, otra figura emergente del Partido Republicano, también católico, también conservador.)

Lo cierto es que Santorum no tiene nada que ver con lo que la palabra Kennedy evoca en aquel país. A diferencia de Ted, es militantemente antiabortista y se ha convertido en la bestia negra del lobby gay porque nadie es más rotundo contra el "matrimonio" de homosexuales (incluso quiere anular los ya contraídos en los estados que lo permiten).

Pero, además, tampoco tiene el favor de los sectores católicos más pacifistas, que con el recuerdo todavía caliente de la oposición de Juan Pablo II a la guerra de Irak, le censuran que él la apoyara y sea partidario hoy de atacar Irán antes de que disponga de capacidad nuclear.

Tampoco en política internacional forma parte, pues, de la línea contemporizadora con los dictadores de izquierdas o antioccidentales del último representante de la saga Kennedy.


Además, en el terreno personal, Santorum está en las antípodas de las "alegrías" que se permitían Ted o los míticos JFK o Bobby.

Lleva 21 años casado con su esposa Karen, y han tenido siete hijos. Uno de ellos murió a las dos horas de nacer a consecuencia de una infección intrauterina de su madre, quien escribió un libro dedicado al pequeño: Cartas a Gabriel. Además, la familia Santorum tiene otro hijo con una enfermedad genética, el síndrome de Edwards, sin que se plantearan nunca la posibilidad del aborto. En casa siempre han afrontado estos problemas con plena aceptación de la voluntad de Dios.

En 2002, Santorum acudió a Roma a un congreso en el centenario del nacimiento de San Josemaría Escrivá de Balaguer. Declaró su admiración por el fundador del Opus Dei, aunque no es miembro de la Obra.


Pero el alejamiento de Santorum respecto al "modelo Kennedy" que le atribuye Ann Coulter va más allá de las conductas personales. Afecta también a los principios. El candidato republicano dijo en aquel congreso que la distinción entre conciencia privada y actitud pública que había consagrado John Fitzgerald Kennedy en un discurso de 1960 había hecho "mucho daño a América".

"Todos hemos oído a alguien decir: ´Privadamente estoy contra el aborto, contra el matrimonio homosexual, contra la investigación con células madre embrionarias, contra la clonación. Pero ¿quién soy yo para decidir que todo eso no pueda ser bueno para otros?´. Suena bonito, pero... eso es la corrupción de la libertad de conciencia", sentenció Santorum.


Cada domingo, a las doce de la mañana, su familia y él acuden a la iglesia de Santa Catalina de Siena, en Great Falls (Virgina), donde a esa hora se celebra la misa solemne. Es una parroquia joven, nacida en 1979, pero muy rica en actividad, particularmente consagrada al cuidado del culto divino y a la acción social y compromiso personal de sus miembros, y donde tienen un papel tanto el Opus Dei como los Caballeros de Colón o los grupos de oración del Padre Pío.


Hoy por hoy, Santorum es la gran esperanza de los católicos norteamericanos. Se disputa el segundo lugar con Newt Gingrich, y aunque Romney ha sobrevivido a las diversas estrellas emergentes que amenazan su nominación, lo cierto es que no ha incrementado su porcentaje de voto. Las encuestas, y los caucus de Iowa, le sitúan en torno al 30% de los sufragios republicanos.

¿Qué pasaría si los votos de Bachmann y los de Perry -que sigue en liza, aunque se le da por descartado- se concentran en Gingrich y Santorum? ¿Qué pasará si la juventud y la renovación que Rick significa frente a Newt acaban situándole por encima de éste? Romney lo tendría entonces muy difícil.

Las próximas primarias (New Hampshire, Carolina del Sur y Florida) no parecen propicias a Santorum, según las encuestas, pero habrá que ver qué efecto tiene en los votantes de esos estados su buen resultado en Iowa. Pero Rick tiene algo en su favor: varios blogueros católicos han lanzado una campaña de Rosarios para que sea el próximo presidente de los Estados Unidos. Tal vez eso sí que pueda poner en aprietos a Romney primero y a Obama después.