Parece un contrasentido que una nación que se creó bajo el estandarte de la libertad religiosa que suponía el Mayflower (el barco que llevó a sus costas a los fundadores del país huyendo de la persecución antipuritana en Inglaterra) esté comenzando a asistir a un debate impensable hasta ahora: la proscripción de esa misma libertad en nombre de la ideología abortista y homosexualista.

La Iglesia católica ya fue perseguida en Estados Unidos en algunos momentos y circunstancias del siglo XIX en que la inmigración irlandesa, italiana o polaca amenazó la supremacía protestante. Pero en general desempeñó con libertad su tarea, incrementando paso a paso su prestigio, que alcanzó su cima en los años cincuenta del siglo XX, cuando sus sacerdotes, obispos y cardenales se convirtieron en una de las principales referencias públicas: desde el papel institucional del cardenal Francis Spellman a los discursos del obispo Fulton J. Sheen, pasando por los curas convertidos en héroes cinematográficos en las interpretaciones de Spencer Tracy o Bing Crosby.


Las cosas, sin embargo, pueden empezar a cambiar para la Iglesia hasta verse limitada en su ministerio. De hecho, en una reciente entrevista concedida a CNA, el obispo de Fargo (Dakota del Norte) ha sido muy claro: "Estamos asistiendo a la posibilidad de que en Estados Unidos ya no seamos libres de predicar la verdad en el púlpito ni de explicar las enseñanzas católicas. En tal caso será muy importante para nosotros adquirir el compromiso, como hemos hecho con la vida humana del no nacido, de continuar predicando la verdad con claridad y caridad".

Samuel J. Aquila citó dos casos que alientan las peores perspectivas.

Uno, el cierre de agencias católicas de adopción de niños en aquellos estados que han aceptado el matrimonio entre personas del mismo sexo. Lo mismo ha pasado en el Reino Unido: no queda ya ninguna católica, al verse obligadas a cerrar para no ser obligadas a admitir la adopción por parejas homosexuales.

Dos, la orden de Barack Obama de que las aseguradoras privadas incluyan obligatoriamente cobertura sanitaria para la anticoncepción y la esterilización.

"Es muy, muy importante que nos demos cuenta de que estamos ante un auténtico choque entre la cultura de la muerte y la cultura de la vida", dijo monseñor Aquila: "Una cultura de la muerte en la que los derechos son erosionados y las mentiras son presentadas como verdades".

Ante esta situación, "los católicos tendrán que decir claramente la verdad cueste lo que les cueste", sin descartar la desobediencia civil, afirmó el obispo, uno de los más valientes del episcopado norteamericano: "Tendremos así que entrar en el terreno de la objeción de conciencia, cuando uno tiene que optar entre decir que no, o bien cooperar con algo incompatible con mantenerse fiel".

Aquila advirtió de que en lugares donde la tramitación de adopciones por agencias católicas ha sido declarada ilegal, la misma fe católica puede llegar a ser objeto de sanción.

Y estar preparado para ello es lo que pide el obispo de Fargo a sus seminaristas. La entrevista a CNA se concedió en Roma, donde se encontraba para la ordenación de diaconado de algunos de ellos que se forman allí, y a quienes recordó lo que implica su vocación: "Habrá quien os odie por el compromiso que asumís, habrá quien os ridiculice y os insulte. Pero hicieron lo mismo a Cristo cuando proclamó la verdad, y no podemos esperar menos en los tiempos que vivimos.