El famoso telepredicador protestante Pat Roberson, presidente de la cadena televisiva norteamericana Christian Broadcasting Network, ve justificable divorciarse de un cónyuge con Alzheimer. "El voto dice ´hasta que la muerte nos separe´; y esto [el Alzheimer] es una especie de muerte", dijo en sun programa televisivo "700 Club" el pasado martes.

Pat Roberson, que fue candidato republicano a la presidencia de EEUU hace años, estaba respondiendo a una duda de sus espectadores. Le habían preguntado qué aconsejar a un hombre que había empezado a verse con otra mujer después que su esposa comenzase a sufrir un desorden neurológico incurable.

"Sé que sonará cruel, pero si va a hacer algo, debería divorciarse y empezar de nuevo; aunque asegurándose de que la enferma está cuidada y hay alguien atendiéndola", afirmó el telepredicador.

Un contertulio del programa, Terry Meeuwsen, le recordó a Roberson que los votos del matrimonio afirman que los esposos se cuidarán y protegerán y ayudarán "en lo bueno y en lo malo; en la salud y en la enfermedad".

"El voto dice ´hasta que la muerte nos separe´; y esto [el Alzheimer] es una especie de muerte", respondió Roberson. Pero luego añadió a su audiencia: "consultad algún experto en ética, no solo a mí, para responder a esa pregunta".


Beth Kallmyer, directora de servicios de la Alzheimer Association de EEUU, consultada por AP, explicó, por el contrario, que el divorcio es escaso en las parejas en que un miembro sufre de Alzheimer. "No nos suena que mucha gente diga ´voy a divorciarme´. Las familias responden como con cualquier otra enfermedad fatal". Sí es cierto que se trata de una enfermedad terrible que pone una importante carga a nivel físico y emocional sobre los parientes que cuidan al enfermo, recordó.


Según la Biblia, al principio Dios inventó el matrimonio: "el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer y son los dos una sola carne" (Génesis 2,24).

Después, la legislación judía buscó formas de saltarse el mandato de estar unidos "como una sola carne" (unión indisoluble) y legisló formas de divorcio y repudio.

Los judíos llevaban al menos mil años divorciándose cuando Jesucristo proclamó algo tan impopular entonces como hoy: la abolición del divorcio. "Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así; por tanto, os digo: el que se separa de su mujer y se casa con otra comete adulterio" (Mateo 19,8-9).

Los cristianos se tomaron bastante en serio el rotundo mandato de Jesús contra el divorcio, hasta que en 1530 Martín Lutero (un ex monje casado con una ex monja) inventó el divorcio moderno, supuestamente como recurso extremo. Después de todo, el matrimonio, para los protestantes, ya no era un sacramento, algo que Dios hace y no se puede deshacer, sino meramente algo que hacen los hombres.

Pronto los tribunales protestantes establecieron cinco excusas para divorciarse: 1) la mentira (por ejemplo, tener hijos anteriores al matrimonio y haberlo ocultado); 2) la violencia doméstica (que podía extenderse al "abuso verbal", y no solo entre cónyuges, sino a otros miembros de la familia), 3) el adulterio (podía extenderse al "me forzó a tener relaciones que yo no quería"); 4) el abandono; 5) la impotencia, que podía entenderse también como "dejar de sentir atracción sexual por el otro", coladero que permite divorciarse en cualquier relación conflictiva. Hay que insistir que son causas de divorcio, no de nulidad, de vicio en el consentimiento ni de mera separación.

El resultado es que las comunidades protestantes conservadoras aplican estos cinco criterios de forma restrictiva y los protestantes progresistas de forma laxa (cada con sus mil coladeros), pero todas practican el divorcio, y "se separan de su mujer y se casan con otra" (por usar las palabras de Jesús).

Lo que hasta ahora no se conocía es "el divorcio por tener una enfermedad equiparable a la muerte" inventado por el reverendo Pat Roberson.