Los grandes escritores de la literatura rusa, pero también los dos fundadores del régimen soviético, fueron atrídos por un cuadro de Rafael Sanzio (1483-1520) representando a la Virgen con el Niño Jesús, la célebre Madonna Sixtina. Lo cuenta Pietro Piccinini en Tempi, en un artículo traducido por el portal mariano Cari Filii:

¿Saben que existe un cuadro "de régimen" de Dmitri Nalbandian que representa a Lenin en la Galería de Dresde absorto en la contemplación de la Madonna Sixtina de Rafael?

"Lenin en la Galería de Dresde en 1914" de Dimitri Nalbandian.

¿Y sabían que al final de la guerra, Stalin personalmente quiso que la obra maestra del pintor de Urbino fuera llevada de Alemania a Moscú y que, para mantenerla a salvo, la ocultó durante ocho largos años, hasta su muerte, haciéndola incluso restaurar con sumo cuidado? También en este caso existe un cuadro que quiere dejar constancia eterna de esta relación sorprendente entre el dictador comunista y la Madre de Dios: se llama El salvamento de la Madonna Sixtina y lo pintó Mikhail Kornetsky. Stalin no aparece, pero hay dos soldados armados que hacen guardia al cuadro de Rafael mientras una restauradora hace su trabajo.

"Restauración de una Madonna", de Mikhail Kornetsky, pintado entre 1984 y 1985. Se conserva en el Museo Nacional de Arte en Riga (Lituania).

¿Por qué incluso el régimen más ateo y antirreligioso de la historia sintió la exigencia de acercar a sus padres nobles a una obra tan claramente cristiana y católica? Es una de las preguntas a las que intenta responder Bianca Gaviglio en Raffello, la Madonna Sistina e i russi [Rafael, la Madonna Sixtina y los rusos] (Lindau), lectura muy aconsejable para darse cuenta, en el quinientos aniversario de su muerte, del genio universal de este gigantesco artista italiano. Según parece, fueron los rusos, más que nosotros occidentales, lo que captaron históricamente el valor inmortal de esta obra tan celebra como desconocida (para nosotros). ¡Y pensar que fue creada para decorar la capilla del monasterio de San Sixto, en Piacenza!



El hecho es –descubrimos en el libro– que delante de la Madonna Sixtina se ha arrodillado la crème de la crème de la cultura rusa. Gógol, Soloviov, Bulgakov, Florenski, Pushkin, Herzen, Belinsky, Tolstoy: muchos escribieron para transmitir su sobrecogedor "encuentro" con esta obra, otros lo hicieron para desmontar el mito. Sin embargo, ninguno de ellos, ni siquiera los anarquistas y socialistas y anticlericales, pudieron evitar confrontarse con ella. Esta obra fue incluso "fundamental" para la vida de Dostoyevski, recuerda Gaviglio. Por su parte, el ateo Grossman le dedicó uno de sus relatos más impresionantes.

Pero, ¿por qué este fulgor contagioso ha causado esta impresión precisamente en los rusos, tan desconfiados hacia el realismo del arte occidental, a sus ojos tan capaz de reflejar las cosas y, precisamente por esto, tan repetitivo y superficial? Para la propia autora "sigue siendo un punto en cuestión". No obstante, esto no significa que la investigación no valga la pena. Profesora de filosofía e historia de instituto, la autora tiene el mérito de no ofrecer respuestas insignificantes llenas de academicismo, sino que prefiere despertar el interés de los lectores formulando hipótesis que no son nunca definitivas (lo contrario es imposible), yendo así a "pescar aquí y allá auténticas perlas" creadas por "espíritu geniales del pensamiento y la literatura" rusos. Y, ¡qué casualidad!, "las perlas más luminosas tienen en común, misteriosamente, su atracción por la Madonna Sixtina".

Traducido por Elena Faccia Serrano.

Artículo originalmente publicado en Cari Filii.