Robert Barron, obispo auxiliar de Los Ángeles y una de las figura católicas más influyentes en el mundo de la comunicación (con 1,5 millones de seguidores en Facebook, 25 millones de visionados en YouTube, una activísima web www.wordonfire.org y una presencia frecuente en los medios) examinó a raíz de su estreno en EEUU la película "El Caso de Cristo", basada en la historia real del periodista Lee Strobel, un hombre que se preguntaba si Cristo existió y si de verdad murió y resucitó... y que lo investigó.

La película en España se adentra en su segunda semana y es una invitación a explorar el valor de la fe, de la verdad... y su relación con nuestra vida familiar. Strobel, ateo convencido, ve con horror que su mujer se haya convertido al cristianismo y piensa en Cristo como en un rival amoroso, "otro hombre, tu novio Jesús".  




"Las escenas sobre Lee y su esposa, que representan muchos meses de vida matrimonial, me impactaron por su credibilidad y relevancia, y lo digo con cierta autoridad, porque he trabajado con varias parejas en una situación similar", explica Barron, que comenta películas con mucha frecuencia. 

Barron constata que no es extraño que el cónyuge no creyente piense que la conversión de su pareja es una especie de traición. En la película la pareja se había construido sobre una frase: "sólo nosotros, sólo yo para ti". Y, de repente, se mete Dios, un tercero. Y, más en concreto, Jesús. 

Un colega del Chicago Tribune anima a Strobel a mostrar a su mujer que Jesús no existe, que es un mito, "un cuento de hadas". Así la recuperará. El periodista se pone en marcha preguntando por los hechos históricos: ¿qué sucedió de verdad?, ¿qué sabemos de Cristo?, ¿cómo lo sabemos? De hecho, ¿cómo sabemos cualquier cosa de la Palestina de hace 2.000 años? 




"Esto me gustó por dos razones", explica el obispo Barron. "En primer lugar, porque el Cristianismo no es fideísmo, no se apoya en un acto de mera fe y sin capacidad crítica por parte de sus seguidores. Por el contrario, abraza con alegría la razón y acoge las preguntas críticas. En segundo lugar, el cristianismo es una religión tozudamente histórica. No es una filosofía -aunque pueda usar lenguaje filosófico- ni una espiritualidad -aunque de él salga una espiritualidad- sino más bien una relación con una figura histórica de la cual se dicen cosas históricas extraordinarias, sobre todo que su cuerpo resucitó de entre los muertos".



Strobel tiene claro una cosa: si Jesús no existió, o si fue un estafador, si la resurrección fue un engaño, todo el cristianismo se hunde. No tiene sentido decir "vale, no existió, no resucitó, pero sus enseñanzas son bonitas". Porque, aunque fueran más o menos bonitas, no tendrían ningún poder: todo sería mera materia y todos moriríamos sin más. Todo el discurso sobre la vida eterna, e incluso sobre Dios, serían falsedades huecas. 


Pero Strobel, a base de hablar con expertos, historiadores, forenses, arqueólogos, constata que la historia de Cristo tiene una base documental muy fuerte. Incluso de la resurrección se puede hablar de "más de 500 testigos" ya constatados en textos de San Pablo (que son incluso anteriores a los evangelios). Y los Evangelios son el libro de la Antigüedad mejor transmitido: ningún otro ha tenido tantas copias antiguas, incluso en varios idiomas, en tantos lugares distintos. Los textos son muy cercanos a los hechos. No parece una leyenda tardía. Y los testigos no tenían nada que ganar: se lo jugaban todo, y morían por sus convicciones. No encajaba con una estafa. 


¿Estarían engañados de buena fe, autoconvencidos en alucinaciones de masas? Pero los psicólogos dicen que las alucinaciones de masas no existen.

¿Y si Jesús no murió en la cruz, sino que solo se desmayó, y luego se recuperó y por eso se le vio vivo? Absurdo, le dicen: solo la flagelación, con su pérdida de sangre, ya habría bastado para casi matarle, la cruz acabó con él. Los romanos sabían como crucificar. Y una lanza atravesó su corazón. Cualquier forense dirá que los datos -muy detallados- muestran que es imposible esa teoría. 


Sí, la propuesta cristiana es asombrosa (¿un hombre que sigue vivo, con su cuerpo, después de haber muerto ante muchos testigos, que vieron su muerte de forma muy detallada?) pero tiene una base bastante firme y no puede desdeñarse con un mero gesto. Sin embargo, ¿cuánta evidencia es suficiente evidencia? 

El obispo Barron recuerda una enseñanza del beato cardenal Newman, un converso al catolicismo con mucho respeto hacia las personas que reflexionan y encuentran dudas y dificultades. Decía que muy rara vez es por la virtud de un argumento fuerte, sino más bien por la confluencia lenta y estable de la inferencia, la intuición, la experiencia y el testimonio de otros, que la fe se establece y la mente da su asentimiento: lo llamaba un "sentido ilativo" ("aquello que se deduce o puede sacarse como conclusión lógica"). 

Hay una escena en la película que no se dio en el caso real de Strobel, cuando le muestran al periodista una reproducción de la Sábana Santa y el rostro de esa tela, con sus restos de marcas de tortura. "¿Qué le hizo pasar por todo esto?" La respuesta, le dicen, es "el amor". Solo más tarde entiende que "el amor" es otra de las piezas que hay que encajar en la ecuación. Ninguna evidencia es suficiente (ni del caso de Cristo ni de ningún otro) sin el amor. 




El Caso de Cristo es una película ágil e intensa, a la vez de investigación periodística y de tensiones de pareja, romántica, con guiños muy simpáticos a los años 80 que representan. Su presupuesto fue pequeño, de 3 millones de dólares, aunque con buenos actores (especialmente la legendaria Faye Dunaway) e interpretaciones y una factura perfectamente eficaz. En pocas semanas superaba ya los 8,4 millones de dólares recaudados. Es una historia que a la vez emociona y hace pensar. Prepare sus pantalones acampanados y su chaqueta de pana.