Mi contacto con el sacerdote José Luis Martín Descalzo fueron dos o tres encuentros, tan intensos como breves, en Madrid, poco antes de la muerte de éste, que sucediera el 11 de junio de 1991. Me impresionó su fe profunda, su análisis agudo de la realidad, su pasión comunicativa y su sentido del humor, tan toledano. Todavía conservo la crítica mecanografiada por él mismo de algún escrito que le presenté.

Recientemente, la editorial San Pablo (en la que trabajé unos siete años como responsable de promoción y comunicación) ha publicado un libro sobre este sacerdote periodista. De ahí que tuviera al menos dos motivos importantes para realizar una entrevista a su autor.

El título de esta novedad editorial es: Martín Descalzo, un cura entre la prensa y la literatura, de Juan Cantavella.

Juan Cantavella es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense y doctor en Ciencias de la Información (con premio extraordinario); es catedrático emérito de Redacción Periodística en la facultad de Periodismo de la Universidad de San Pablo-CEU y autor de varias obras sobre su especialidad. Ha sido invitado a impartir cursos en varias universidades de países como Cuba, México y Perú. Ha publicado una docena de libros y ha dirigido otros tantos.

Juan Cantavella, autor de 'Martín Descalzo, un cura entre la prensa y la literatura'.

-Juan, ¿cómo fue su primer encuentro con Martín Descalzo y qué fue lo que más le impactó y aprendió de él?

-Le conocí cuando yo era muy joven, pues empezaba a estudiar en la Escuela Oficial de Periodismo y él era director del semanario Vida Nueva. Me propuso que preparara un pliego para la revista, lo que representaba una demostración de confianza en quien no tenía demasiados conocimientos ni experiencias. A partir de entonces estuve colaborando en la revista y naturalmente seguí de cerca su trayectoria profesional, pero también la literaria y humana. En todos los campos daba motivos suficientes para la admiración, pues su entrega en el sacerdocio y su dedicación en todos los campos de las letras era potente y brillante.

-¿Qué actitudes (o rasgos) eclesiales tenía la personalidad de su biografiado y qué contribuciones principales, quizás aún no reconocidas o valoradas, hizo a la Iglesia?

-Como tantos otros sacerdotes de su tiempo y de su edad le impactó la novedad y el ímpetu del Concilio, que conoció de cerca y sobre el que informó ampliamente. Sus crónicas en el diario La Gaceta del Norte estaban dotadas de conocimiento, de agudeza y brío, por lo que los lectores se podían formar un juicio muy cercano a lo que allí se estaba tratando e involucrarse con las líneas de fuerza de aquella asamblea.

»El hecho de que recogiera aquellos textos y los publicara en los cuatro volúmenes de Un periodista en el Concilio proyectó esa información y ese espíritu eclesial en la comunidad cristiana de todo el país. Pero su fidelidad al Vaticano II no se limitó a dar esa información, porque una vez finalizadas las sesiones comprometió su tiempo y energías en explicar, argumentar, difundir y tratar de aplicar lo que allí se había aceptado. Lo cual no era fácil, porque un sector de los cristianos españoles no estaba dispuesto a la aceptación de los cambios. 

-¿Cuál fue la raíz de su entusiasmo y pasión comunicativa de la fe?

-Su convencimiento personal, que le llegaba después de haberlo vivido en el seno de su familia y por el compromiso que había adoptado desde el momento en que había decidido prepararse en el seminario. Nunca se imaginó una vida que no estuviera anclada en la entrega a los demás a través del sacerdocio. Por encima de todo destacaba el hecho de que era sacerdote de una pieza y eso le comprometía personal y comunitariamente. Y actuó toda su vida en esa dirección, con un empuje y una ilusión sobresalientes.

-¿Cómo fue la incursión y el estilo del sacerdote Martín Descalzo en la poesía, teatro y novela?

-Cada persona, cada sacerdote, tiene su carisma, y el suyo era la escritura, y de la misma manera que unos se entregan al apostolado social, a la enseñanza o a las misiones, José Luis se sentía llamado a servir a los demás por medio de la literatura. Por eso ofreció cuatro novelas, innumerables cuentos, varias obras de teatro y muchos libros de poesía, algunos tan celebrados como el Testamento del pájaro solitario, una especie de despedida, elaborado mientras recibía la atención purificadora de la diálisis y se enfrentaba a una muerte que presentía cercana.

-¿Por qué se dedicó luego más de lleno al periodismo?

-Algún obispo no estaba muy acorde con el contenido de las novelas que escribía y hubo de utilizar un pseudónimo, porque no quería contrariarle. Esa dificultad, que previó se repetiría, le impulsó a convertir el periodismo en su actividad principal, para la que también se sentía dotado y atraído.

»Una vez instalado en el mundo de la prensa, trató de compaginarlo todo y de ahí sus jornadas maratonianas ante la máquina de escribir, de donde salieron tantos libros, pero sobre todo miles de artículos que la gente acogía con inmenso interés y que ayudaban a muchas personas a llevar una vida más digna y entregada. Decenas de cartas le llegaban cada día y con ellas pulsaba las necesidades de sus lectores y trataba de darles respuestas incitadoras que les sirvieran para enfrentarse a las dificultades.