El pasado jueves 25 de noviembre se celebró la gala de los IV Premios Religión en Libertad, y entre los premiados se encontraba la escritora y experta en temas educativos Catherine L´Ecuyer, que recibió el galardón en la categoría ‘Educación Integral’. En su discurso, muy aplaudido por el público presente lanzó varias preguntas que partiendo desde la educación afectan al mundo en general.

Tras hacer un breve repaso por las distintas corrientes educativas hizo un diagnóstico certero de la situación que el mundo vive hoy. “El fin de la educación no es cambiar al mundo, es transformar al que aprende. Ahora bien, si el aprendiz mejora, mejorará indudablemente el mundo, pero se hará por añadidura”, afirmó.

L´Ecuyer recordó además que “el verdadero héroe huye de la cobardía, no confunde difícil con utópico. Es consciente de que hay bienes más altos, que nunca están sujetos a concesiones y que la función de un ideal es de apuntar más allá de las posibilidades actuales. Por lo tanto, la cuestión relevante para un héroe como Catalina de Alejandría, no es si el ideal es fácilmente alcanzable, o no. La única cuestión relevante consiste en determinar si el ideal apunta en la dirección oportuna”.

A continuación ofrecemos la intervención íntegra de la autora de Educar en el asombro y Conversaciones con mi maestra en la entrega de los Premios Religión en Libertad:

Discurso Catherine L’Ecuyer al recibir Premio ReL Educación Integral

Quisiera empezar con un agradecimiento a los organizadores de estos Premios, y expresar mi más sincera felicitación a los nominados de los demás Premios.

Hoy (la gala se celebró el 25 de noviembre, ndr) es el día de Santa Catalina de Alejandría. Catalina era una joven inteligente, a la que se le ocurrió corregir al emperador. El emperador no pudo refutar sus argumentos y apeló a quince filósofos para que lo hicieran. Pero todos admitieron que habían sido vencidos por el razonamiento de Catalina. El emperador trató entonces de seducirla, ofreciéndole la corona de consorte, y cuando ella la rechazó indignada, la hizo azotar y encerrar en una prisión.

La historia está llena de héroes como Catalina de Alejandría, que lucharon, por sus convicciones hasta padecer las peores consecuencias. Sin embargo, hoy, parece que faltan héroes. ¿Por qué faltan héroes? Quizás no todas, pero muchas de las respuestas a esa pregunta se encuentran en la educación. Sabemos que los métodos educativos, nunca son neutros. Responden a corrientes educativas que, a su vez, responden a planteamientos filosóficos. ¿Cuáles son esos planteamientos, y como influyen en que haya o no héroes en nuestras familias?

En Conversaciones con mi maestra (Espasa), detallo tres de las corrientes educativas que encontramos hoy en las aulas.

Por un lado, está la educación mecanicista. Para esa corriente, la principal función de la escuela sería moldear al alumno. El niño pasivo no procesa; educar consiste en estimular e inculcar. Y la escuela se reduce a un lugar de adiestramiento en competencias técnicas, a una agencia de colocación para el mundo laboral. De esa visión del ser humano viene el lema “la letra con sangre entra”. En esa corriente, el alumno entiende la vida en términos de determinismo, poco puede incidir en su destino. En 1912, Ortega y Gasset escribía: “el determinismo conduce a una existencia quietista. Afloja las almas. Vacía la sociedad de heroísmo”. La educación mecanicista vacía la sociedad de héroes y la llena de personas conformistas que huyen del riesgo que conlleva la reflexión profunda y la defensa de unos ideales propios. Cuando la máxima aspiración consiste en colocarse bien en el mercado laboral, se entiende la heroicidad de personas como Catalina de Alejandría, o de Tomas Moro, como algo anacrónico. La mirada cínica y aburguesada puede incluso hacernos ver la valentía en términos de irresponsabilidad. “No te compliques la vida”, “es una batalla pérdida”, “uff, eso es poner puertas al campo”, “ya no se lleva eso, es utópico en el siglo XXI”. El educado en el mecanicismo considera que aspirar al bien, a la verdad y a la belleza es algo imposible. Tan utópico como el deseo de Catalina de Alexandria de retar al emperador.

En el otro lado opuesto, está la segunda corriente educativa, la romántico-idealista. En esa corriente, la principal función de la escuela es social. La escuela es un lugar de militancia para llevar a cabo una transformación política. La educación romántico-idealista es atractiva, pues apela al espíritu libre y rebelde de nuestros jóvenes, presentándose como una opción anticonformista. Pero entiende el progreso como mera actividad externa, el activismo pedagógico está al servicio de un proyecto social o político.

En definitiva, si la educación mecanicista vacía la sociedad de héroes, la educación romántico-idealista la llena de exaltados y de gritones.

Para la tercera corriente educativa, la visión clásica, aprender no es una actividad meramente externa. El cambio que interesa en esa corriente no es el proyecto social, es el cambio interno que ocurre en cada persona. Para esa corriente, el colegio es un claustro, la universidad un templo del saber. La educación consiste en adquirir virtudes, para luego adquirir sabiduría. El fin de la educación no es cambiar al mundo, es transformar al que aprende. Ahora bien, si el aprendiz mejora, mejorará indudablemente el mundo, pero se hará por añadidura.

El héroe heredero de la educación clásica es consciente que un ideal es algo que se conquista poco a poco, cada día, a través de la búsqueda de la mejora de uno mismo. Uno no es héroe en las cosas grandes, si antes no lo ha sido en las cosas pequeñas. El verdadero héroe huye de la cobardía, no confunde difícil con utópico. Es consciente de que hay bienes más altos, que nunca están sujetos a concesiones y que la función de un ideal es de apuntar más allá de las posibilidades actuales. Por lo tanto, la cuestión relevante para un héroe como Catalina de Alejandría, no es si el ideal es fácilmente alcanzable, o no. La única cuestión relevante consiste en determinar si el ideal apunta en la dirección oportuna.

Muchas gracias.