El veterano sociólogo catalán Salvador Giner, con más de 80 años de experiencia vital, y tras su paso como profesor por las universidades británicas de Cambridge, Reading, Lancaster y West London, catedrático en la de Barcelona y presidente del Institut d'Estudis Catalans hasta 2013, se lo avisa a los fanáticos del nuevo ateísmo: la religión no va a desaparecer, el ateísmo militante no sirve para nada y lo mejor sería que se dediquen a un  "humanismo laico" que respete la fe ajena sin renunciar al análisis racional de la realidad. 

Esa es la propuesta de su libro El porvenir de la religión (Herder), que él define como "laicista y republicano, pero sin ira".

El fin de las religiones augurado por Marx, Freud o Schopenhauer es una quimera, asegura, una fantasía basada en el desconocimiento del ser humano. 


"La religión es parte de la naturaleza humana y no tenemos que suponer que va a cambiar la naturaleza humana. No hay ninguna prueba o señal seria de que deje de haber religión", afirma el  popular sociólogo. 

Los nuevos ateos militantes que vendieron muchos libros en la primera década del siglo XXI (Michel Onfray, André Comte-Sponville o Richard Dawkins) se equivocan si pronostican un mundo de mayorías sin religión y basadas en el pensamiento "racional". Giner dice que el proceso de secularización "no es lineal", sino que "tiene altibajos" y, ahora mismo, está estancado.


Según recoge Antonio Pita en la sección de Cultura de El País, Giner advierte de que el pensamiento mágico no es patrimonio exclusivo de las religiones. El nacionalismo o el comunismo son, a su juicio, "devociones laicas" y la certeza del ateo en la ausencia de dios no es menos creencia que la fe en su existencia. "El cientifismo -ejemplifica- es una religión. Hay una cantidad de gente que cree en la ciencia de una forma religiosa, lo que es acientífico. Hay momentos en que las personas esperan milagros de la ciencia, pero la ciencia trabaja con enigmas, no con milagros".


También avisa que el poder político nunca podrá desconectarse completamente de la dimensión religiosa: "Como mínimo, habrá tensión entre un ámbito y otro. Hasta hoy, por mucho que lo proclamen algunas constituciones, la separación entre fe y poder no ha sido ni es nunca total", apunta en el ensayo. 

Y es que el poder siempre necesitará algo de la religión: verdadera autoridad, porque con la mera amenaza de la fuerza no le basta.

"El poder quiere siempre revestirse de autoridad y la autoridad es religiosa", explica el sociólogo.