Carlos Granados, el sacerdote director de la Biblioteca de Autores Cristianos, tuvo una intuición: "En los cambios que están viviendo nuestra sociedad y la Iglesia se atisba una fecundidad nueva para el sacerdote. Y la podrá generar si se arraiga en lo que es: maestro, padre, médico y pastor".

Para profundizar en estas cuatro dimensiones de la vida de cada sacerdote, Granados ha entrevistado en profundidad a 4 sacerdotes que pueden hablar de ellas con la autoridad de la experiencia. Lo ha hecho en el libro Sacerdotes, ¿con qué futuro?


Con Luis Ladaria, jesuita español que trabaja en Roma en la Congregación para la Doctrina de la Fe, habla del sacerdote como maestro. Fue profesor en la Universidad de Comillas y en la Universidad Gregoriana de Roma y muchos han hablado de él como "párroco de sus alumnos". Con él habla acerca de la dificultad de enseñar el Evangelio en nuestra época. 



"Si el hombre de hoy no ve qué relación tiene el Evangelio con sus deseos, no lo querrá. Por ello, predicar el Evangelio hoy significa mostrar su atractivo", explica Ladaria.

Este teólogo, que menciona a San Agustín, San Gregorio Magno, San Buenaventura o Santo Tomás entre sus maestros, da un par de consejos a los sacerdotes que puedan sentirse abrumados. "Al sacerdote joven, le digo que confíe en el Señor. Al sacerdote maduro, que piense que lo importante es sembrar, y no recoger".


El australiano George Pell, prefecto de Asuntos Económicos del Vaticano, ha cumplido 50 años como sacerdote y habla con Granados de cómo los sacramentos son la forma en que el sacerdote es "padre" al engendrar vida: al bautizar, al perdonar en el confesionario, al consagrar en la Comunión... la vida eterna entra en el mundo. Siempre ha habido "malos padres", que causan grandes daños a sus familias, pero en nuestra época, avisa Pell, la misma idea de ser padre, de tener autoridad sobre los hijos, engendrarlos y educarlos, se ve ya con sospecha. 



Freud fue uno de los autores que extendió la sospecha contra los padres. "Yo visité su casa en Viena y en su estudio vi montones y montones de pequeñas imágenes, yo diría que paganas, semi-religiosas. Experimenté una sensación de profunda incomodidad allí", comenta. Por el contrario, el verdadero padre da vida, se sacrifica por sus hijos, y también "ha de ser capaz de decir 'no', de definir límites, de imponer una disciplina". 

Pell añade: "Pienso que el emotivismo y el sentimentalismo son los retos más importantes a los que se enfrenta Occidente. Esta es la razón por la que muchos jóvenes no son capaces de pensarse como padres". 


Livio Melina es catedrático de teología moral en el Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre Matrimonio y Familia. Ligado a Comunión y Liberación, ha sido sacerdote 35 años y ha examinado de cerca las pastorales de matrimonio y familia durante mucho tiempo. En una época de relativismo, que niega tanto la fe como la razón, constata, es importante defender la verdad sobre el amor y la familia. 

Melina señala que la felicidad cristiana no es una satisfacción emocional por cumplir deseos o apetencias, sino que es lo que pasa al vivir las Bienaventuranzas. La felicidad llega al vivir así: es un actuar que une a Dios. La vida cristiana es exigente, pero con la Gracia de Dios es posible.



El sacerdote acompaña a los hombres heridos, a las familias dañadas. Melina especifica: "El sacerdote en realidad no es el médico, sino el enfermero. Es quien conduce hacia el Médico que salva. Como asistente de Cristo médico comparte su visión, su compasión, al ver la verdad sobre el pecado y el peligro de que el hombre se pierda". Como tal, deberá a veces aplicar remedios dolorosos para poder curar: "no se cura un cáncer diciendo que es un resfriado, o diciendo que no pasa nada porque hay otras partes sanas en el cuerpo". 

Ante el desconcierto de los sacerdotes a la hora de acompañar familias en situaciones irregulares, da dos consejos. "Al sacerdote joven le diría que mire lo esencial de su sacerdocio: comunicar a Cristo. Y que arraigue su entusiasmo en la Iglesia y los sacramentos. Al maduro, que cultive la esperanza del agricultor: uno siembra y otro recoge". 


El capuchino Charles Chaput es el arzobispo de Filadelfia, una gran comunicador con sangre amerindia, enviado a sanar a la iglesia muy herida de Filadelfia. Siendo párroco y escuchando confesiones de desconocidos que abren su alma, entendió: "La gente no quiere conocer a Charles Chaput, quiere conocer a Jesucristo, hay que dar a Cristo, no a uno mismo". 



Chaput critica el clericalismo y afirma: "los laicos toman parte en todas las necesidades de la comunidad, en predicar el evangelio, edificar la fe, apoyar a los divorciados, viudas, ancianos, en celebrar los sacramentos, atender a los pobres..." 

Por otra parte insiste en la importancia de los sacramentos en la vida sacerdotal: "Para un sacerdote, los sacramentos lo son todo. Son nuestra primera responsabilidad. Si un hombre no quiere celebrar los sacramentos o si los experimenta como un peso, no debe ser sacerdote. Podrá ser un predicador laico, un consejero laico, un laico que ayuda a enfermos, pero no sacerdote". 



Este libro tiene 200 páginas, vale 12 euros y puede ser un regalo sencillo y adecuado para sacerdotes y seminaristas, o para cualquiera interesado por el papel del sacerdote en la pastoral de hoy.

(Se puede adquirir Sacerdotes, ¿con qué futuro? en la web de la BAC, bac-editorial.es)