Hablar de arte cristiano con Mario Soria (Oruro, Bolivia, 1936) es un venero inagotable: interpretar el Éxtasis de Santa Teresa de Bernini, remontarse en la idea de la belleza desde San Buenaventura a Pitágoras, sumergirse en las emociones que trasiegan por su alma durante una estancia espiritual en el monasterio jerónimo de El Parral (Segovia)...

De todo eso y un poco más abunda su nuevo libro, una variada y rigurosa colección de Ensayos de Estética que presentará el próximo jueves 24 de noviembre, a las 19.30 horas, en la Asociación de Escritores y Artistas Españoles (Leganitos, 10), acompañado por su editor, Félix Martín Franco, y por el artista César Morión.

La oceánica erudición humanística de Soria le permite encadenar sin esfuerzo reflexiones sobre la Estética como disciplina de la Filosofía con ejemplos de su concreción práctica en el ámbito sagrado, aunque no sea la religión objeto exclusivo de estas densas 378 páginas. Su autor se formó como jurista, pero luego ha escrito y publicado análisis histórico-literario (Chateaubriand o Un espíritu incorrecto), lingüístico (Poesía y lenguaje), mediático (La información), apologético (Cuestiones disputadas del catolicismo actual)...


-Tengo una inclinación a las artes plásticas: pintura, escultura, arquitectura, pero también el relieve, el tejido... ¡Y ninguna habilidad para ninguna de ellas! Es una afición que nace de adentro.


-La Estética es una de las ramas de la filosofía. Están la Ontología, la Gnoseología, y dos aplicaciones: del bien (la Moral) y de lo bello (la Estética).


-Yo desarrollo implícitamente una teoría objetivista, no subjetivista: no es lo bello para ti o para mí, sino lo bello para ti y para mí. La teoría estética puede llegar a conocer la belleza como algo objetivo.


-Un poco en Kant, que ve lo bello como algo absoluto, un absoluto en sí y en referencia a Dios, sin ser la estética religión ni oración. Son cosas distintas, salvo en los iconógrafos, que primero se preparan espiritualmente y luego trabajan.


Mario Soria, a la derecha, con el editor de Ensayos de Estética, Félix Martín Franco.


-Generalmente los artistas no se dirigen directamente a Dios. El abate Henri Bremond hizo los distingos precisos en su Plegaria y poesía (1926). Pero el objetivo de la belleza es la reverencia a lo infinito, a Dios.


-Yo sigo el hilo de Kant, de Schelling... de San Buenaventura, y en última instancia de Platón, e incluso más atrás, de Pitágoras. Más que una demostración... es una intuición indirecta del artista.


-El artista tiene un acceso más fácil a Dios aunque no se dé cuenta de ello, porque actúa bajo inspiración, y eso es algo que se le da: etimológicamente, que "se inspira dentro". Salvando las distancias, es como la gracia, que no se obtiene mediante el esfuerzo, es recibida gratuitamente. La gracia no se puede alcanzar con el esfuerzo, es como subirse a una silla para alcanzar la luna. Es regalada. En eso soy agustiniano. Con la inspiración pasa igual: es dada, es espontánea.


-Mira en la literatura. La inspiración de Ulises es externa a él, es la diosa Atenea. Como en todas las epopeyas antiguas o modernas, desde la Jerusalén liberada de Torcuato Tasso a la que forma parte de Los Mártires de Chateaubriand. La inspiración es una fuerza extraña al poeta de la que él se apropia.




-Es compatible con el cristianismo todo arte humano, y es incompatible con él todo arte inhumano, en el sentido de que niegue la forma humana. Todo arte que exprese lo humano, desde al arte helénico al expresionismo alemán, desde las máscaras rituales africanas al impresionismo francés... todo lo que exprese de alguna forma al hombre es compatible con el cristianismo. Salvo que sea blasfemo, obviamente.


-Abordo una cuestión espinosa: la Compassio Patris, esto es, la compasión de Dios Padre. Si Dios es inmutable, si lo son también los espíritus puros, los ángeles, ¿cómo es que el arte cristiano ha representado al Dios sufriente?


-Está en la Epístola a los Filipenses (2, 511): el Verbo, subsistiendo en la forma de Dios, se anonadó a Sí mismo, tomando forma de esclavo, a semejanza de los hombres. La Encarnación, efectivamente. Aunque yo apelo al padre Sergio Bulgakov (18711954), en el sentido de que el "abajamiento" de Dios es incluso anterior a la Encarnación del Verbo.


-Evitar que el arte cristiano sea pura mitología. Mira La Trinidad, de Ribera: el Hijo muerto, los ángeles llorando, Dios Padre conmovido con toda la conmoción que puede mostrar un padre...


El misterio del dolor del Padre, en La Trinidad de José Ribera.


-Expresa el dogma. Aunque también es cierto que en buena medida el arte cristiano se nutre de los Evangelios Apócrifos. Como el encuentro de San Joaquín y Santa Ana en la Puerta Dorada que representa, entre otros, Juan de Juni en el retablo de Santa María la Antigua de Valladolid.


El abrazo de San Joaquín y Santa Ana en la Puerta Dorada, un tema recurrente del arte cristiano, en la versión de Juan de Juni.

-
-Sí, pero puede encontrarse antes, por ejemplo en Gil de Siloé a finales del siglo XV, o en la Crucifixión de la Cartuja de Miraflores... Por supuesto, en los barrocos: Gregorio Fernández, Alonso Cano, Nicolás de Bussy... Y también después, en Luis Salvador Carmona, Francisco Salzillo, Roque López... Se pierde algo en el siglo XIX.


Un impresionante Cristo Crucificado preside el retablo del altar mayor en la Cartuja de Miraflores.


-Es un arte más ñoño, un periodo de decadencia del arte católico. No así en Rusia, sin embargo, que vive entonces un auge del arte religioso. Junto a aquellos que siguen la inspiración ortodoxa clásica, hay algunos artistas que renuevan la ortodoxia. En el hieratismo propio del arte bizantino, donde no hay sombras, solo luz, introducen las sombras: así se ve en la catedral Alejandro Nevski de París, por ejemplo. O en las obras de Nikolai Ge, quien introduce en el icono algo que le era ajeno: el drama, la angustia.


-Sí, porque tiene su papel en la inspiración y el arte. Como apuntaba Pascal, tiene razones que la razón no entiende...