Un grupo de investigadores pertenecientes a varios centros españoles han realizado un experimento con 541 personas a las que han puesto a jugar (juegos de dilemas sociales) con el objetivo de conocer y clasificar su comportamiento, llegando a la conclusión de que, en términos generales, los las personas somos envidiosas (30%), optimistas, pesimistas o confiadas.

El experimento se hizo en la ciudad de Barcelona, en el año 2014, en una feria de juegos de mesa (DAU) organizada por el ayuntamiento. Los resultados de la investigación recién se han publicado el pasado viernes 5 de agosto en Sciences Advances.

Según informa la agencia Efe, este experimento se enmarca en la teoría de juegos, una rama de la matemática con aplicaciones en sociología o economía, que examina el comportamiento de las personas, en este caso los jugadores, que tienen que tomar decisiones ante un dilema; decisiones cuyo beneficio para quien las toma está en función de las acciones elegidas por el adversario.

En los juegos de dilemas sociales se confronta el interés individual al colectivo y hay muchos, uno de los más conocidos es el dilema del prisionero, donde dos sospechosos de un delito tienen que elegir entre las propuestas de la policía: si uno confiesa y el otro no, el que confiesa sale libre y al compañero le caen 10 años de prisión, pero si ambos confiesan ambos van a la cárcel seis años. Si los dos sospechosos callan, serán encerrados solo seis meses. Uno y otro deciden por separado.

Este es uno de los juegos que se usó en Barcelona, confirmó a Efe Angel Sánchez, de la Universidad Carlos III de Madrid y uno de los firmantes de este trabajo, junto a científicos de la Universitat Rovira i Virgili, la Universidad de Barcelona y la de Zaragoza. Por lo tanto, los participantes jugaron a éste y a otros 19 dilemas sociales con el incentivo, además, de ir ganando dinero.


Una vez completados, los investigadores aplicaron un algoritmo, que fue el encargado de clasificar el comportamiento de los participantes -la idea de usar las matemáticas fue la imparcialidad, según Sánchez, para quien «los humanos vemos patrones en todo»-.

Así, el ordenador resumió los comportamientos en un pequeño grupo: envidiosos (30%, siempre quiere quedar por encima), optimistas (20%, decide pensando que el otro va a escoger lo mejor para ambos), pesimistas (20%, elige la opción menos mala porque cree que el otro le fastidiará) y el confiado (20%, coopera siempre).

Hay un quinto grupo, con un 10%, que el ordenador no pudo clasificar de acuerdo a un comportamiento claro. Sánchez lo explica con un juego concreto: dos personas pueden cazar ciervos pero juntas, solas solo cazarían conejos.

El envidioso elegiría cazar conejos, porque como mínimo estará igual al otro o mejor; el optimista escogería cazar ciervos porque es lo mejor para los dos; el pesimista, conejos porque así se asegura que tiene algo; y el confiado coopera y cazaría ciervos.

Tratar de contestar qué mueve el interés colectivo o individual es útil para la gestión de negocios y organizaciones o formulación de políticas, a través de la mejora de simuladores del comportamiento humano, pero no solo, también sirve para abrir la puerta a mejorar las máquinas, a hacer «robots más humanizados», concluye Sánchez.