La Sábana Santa de Turín y el Sudario de Oviedo “envolvieron, casi con toda seguridad, el cadáver de la misma persona”. Esa es la conclusión a la que ha llegado una investigación que ha comparado las dos reliquias mediante un estudio basado en la Antropología Forense y la Geometría.

El trabajo ha sido realizado por el doctor en Bellas Artes y profesor de Escultura de la Universidad de Sevilla Juan Manuel Miñarro, dentro de un proyecto del Centro Español de Sindonología (CES), entidad con sede en Valencia.

De este modo, el estudio se sitúa en la dirección de lo que la tradición viene afirmando desde hace siglos: que las dos telas pertenecen al mismo personaje histórico, en este caso -según esa tradición- Jesús de Nazaret.

Así, la Sábana Santa sería el lienzo que envolvió el cuerpo de Jesús al ser depositado en el sepulcro, mientras que el Santo Sudario sería la tela que cubrió su rostro en la cruz tras morir.

Ambas telas serían las dos que encontraron san Pedro y san Juan en el sepulcro, tal como narra el Evangelio.

Ahora bien, la citada investigación “no prueba por sí misma que esa persona fuera precisamente Jesucristo, pero sí que nos ha puesto claramente en el camino de conseguir demostrar completamente que la Sábana Santa y el Santo Sudario envolvieron la cabeza del mismo cadáver”, según ha explicado a PARAULA Juan Manuel Miñarro.

Huellas de sangre
De hecho, la investigación ha encontrado un número de coincidencias entre ambas reliquias que “sobrepasa con creces el mínimo de puntos significantes o pruebas exigidos por la mayoría de los sistemas judiciales del mundo para la identificación de personas, que es de entre ocho y doce, mientras que los que ha arrojado nuestro estudio es de más de veinte”.

En concreto, el trabajo ha hallado “importantísimas coincidencias” en las principales características morfológicas (tipo, tamaño y distancias de las huellas), el número y distribución de las manchas de sangre, las huellas singulares de varias de las lesiones reflejadas en los dos lienzos o las superficies deformadas.

Hay “puntos que evidencian la compatibilidad entre ambos lienzos” en la zona de la frente, donde hay restos de sangre, así como en el dorso de la nariz, el pómulo derecho o el mentón, que “presentan distintas contusiones”.

Sobre las manchas de sangre, Miñarro matiza que las huellas que hay en uno y otro lienzo presentan diferencias morfológicas, pero que “lo que parece incuestionable es que los focos, los puntos desde donde brotó la sangre, se corresponden totalmente”.

Esas variaciones formales podrían explicarse porque “el contacto con ellas fue distinto” desde el punto de vista de la duración, colocación e intensidad del contacto de la cabeza con cada uno de los lienzos, además de por “la elasticidad propia de los tejidos de lino”. 

En definitiva las coincidencias halladas en los dos lienzos “son tales que ya es muy difícil pensar que se trate de personas distintas”, señala Jorge Manuel Rodríguez, presidente del CES.

A la luz de los resultados de esta investigación, “hemos llegado a un punto en el que parece absurdo plantearse ya que “por casualidad” puedan coincidir en ambos todas las heridas, contusiones, hinchazones… La lógica nos exige pensar que estamos hablando de la misma persona”, concluye.