Es aquello que un suspiro rompe y una palabra mancha. Es lo que un pensamiento puro ensucia y una lágrima desencaja.

Catalina tuvo que hablar en el lenguaje del mundo, el de las máscaras. Lo inexpresable se metió en el mundo en silencio, poco más de treinta años según nuestro poético calendario.

Un suspiro que no rompió la nada: fue, Es Tan Delicado.

Y luego rasgó todos los velos y salió de su propio velo -de hombre- y vive en la infinita solidez de la Vida.

No vayan al bosque. No hace falta. Una sola flor entre adoquines es suficiente. Moderen sus deseos hasta desear solo el Infinito.

Alzo la vista hacia el árbol pelado, las nubes, las antenas de televisión, la chimenea humeante, el rótulo brillantísimo, hortera. No me envidien, veo la Paz. Rodeado de ruido me envuelve un silencio primigenio y providencial.