EL ABURRIMIENTO IGUALA

Una sola cosa se les ha dado en común
a jóvenes y viejos:
el estar descontentos.
—Matthew Arnold—

                 ¿Qué es el aburrimiento? Es el estado de ánimo desagradable, el fastidio causado por no tener nada que hacer que divierta y atraiga.

          Aburrimiento también es dejar pasar el tiempo sin que te des cuenta de que lo estás perdiendo. No es lo mismo sentir el aburrimiento alguna que otra vez, que vivir permanentemente aburrido.

          Dicen que el aburrimiento es una enfermedad del entendimiento que no acomete sino a los ociosos. El aburrimiento es la enfermedad de las personas afortunadas; los desgraciados no se aburren, tienen demasiado que hacer. Y se da a todas las edades.

          Afirma Jacques Bainville, historiador y periodista francés: «Los viejos se repiten, y los jóvenes no tienen nada que decir. El aburrimiento es mutuo».

          Aunque juventud y vejez son etapas antitéticas, tienen un punto común: el descontento. Los jóvenes, porque no pueden tener de inmediato el objeto de sus deseos, de sus ilusiones, de sus sueños; lo mayores, porque se aferran a los recuerdos de un pasado ya fenecido.

          Cuando no ha nacido (juventud) o ha muerto (vejez) el ideal que ilumina la vida, el aburrimiento iguala nuestras dos etapas antagónicas: juventud y vejez.

          Unidos por el descontento, los jóvenes y mayores malgastan su existencia lamentándose, en lugar de disfrutar de los ricos matices que ofrecen las distintas etapas de una vida bien llevada en servicio del prójimo.

          Juan XXIII, que tan bien representaba el sentido común del pueblo llano, dijo: «Vosotros los jóvenes decís de los viejos las mismas cosas que decíamos nosotros de jóvenes. Día habrá en que otros muchachos dirán lo mismo de vosotros».

          Los jóvenes pelean para abrirse camino y hacerse sentir; los mayores protestan por su alboroto y su música insoportable. Esta cadena de recriminaciones mutuas tiene su fundamento: es imposible ser joven sin quemar el tiempo en el afán y el descontento, así como no se pueden sorber los recuerdos del pasado y las horas del crepúsculo sin una cierta amargura y desconsuelo.

          Esta semejanza cada vez es más patente en nuestros días, al encontrarnos jóvenes que no saben cómo matar el tiempo (y su vida), y viejos que se arrastran apagados y sin intereses. El aburrimiento, lamentablemente, es el síntoma más grave que los iguala.

          Hay, por supuesto, actualmente jóvenes emprendedores y creativos; hay, también, mayores inquietos y colaboracionistas que saben disfrutar de lo mucho bueno que cada etapa de la vida ofrece. Los hay. Y no son pocos.

          La pena son esas otras personas que, por una u otra causa, sea cual sea su edad, hacen de sus vidas, lamentablemente, un fracaso continuo marcado por el aburrimiento. Y eso, tengan la edad que tengan.