El pretexto del lamentable tema de los abusos dentro de la Iglesia católica ofreció una nueva oportunidad a The New York Times para atacarla arrojando una más de sus diatribas. Y léase bien “ataque” pues las invectivas lanzadas –esta vez concretamente contra Benedicto XVI– bajo la máscara de periodismo eran todo, menos eso.
 
Pero en esta ocasión The New York Times pagó la difamación y la mentira con el propio desprestigio y la poca credibilidad que a futuro se le otorgará en cuanto a información religiosa se refiere.
 
Contextualizando
 
El 24 de marzo de 2010 publicaban una información sobre los abusos de un sacerdote, Lawrence Murphy, en una escuela para niños sordos en Wisconsin, el St. John´s School.
 
El periódico estadounidense acusaba al Papa porque, según su versión de los hechos, como prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe no lo retiró del ministerio sacerdotal, obstaculizó y archivó el caso, aun conociendo los antecedentes del acusado. Una segunda entrega fue publicada el 26 de marzo, dos días después.
 
El padre Federico Lombardi, S.J., portavoz de la Santa Sede, hizo posteriormente unas declaraciones oficiales puntualizando la verdad de los hechos.
 
De acuerdo a las palabras del padre Lombardi, Lawrence Murphy, sacerdote de la diócesis de Milwauke, efectivamente habría abusado de niños especialmente vulnerables, entre 1950 y 1974. En 1975, cuando Ratzinger todavía no era prefecto en Roma, habrían salido las primeras acusaciones contra Murphy. Su caso no se habría turnada a la Congregación vaticana presidida luego por Ratzinger pues, por entonces, era competencia de la diócesis. Veinte años más tarde, en 1995, el caso llegó efectivamente a la Congregación para la Doctrina de la Fe por tratarse de solicitaciones en el confesionario.
 
Además, como puntualizó el padre Lombardi, “Es importante subrayar que la cuestión canónica no estaba relacionada con las potenciales medidas civiles o criminales contra el padre Murphy”, medidas que, de suyo, fueron archivadas por la policía norteamericana años atrás. Y añadía: “el Código de Derecho Canónico no prevé sanciones automáticas, pero recomienda que se haga un juicio sin excluir incluso la mayor pena eclesiástica de expulsión del estado clerical (cf. canon 1395, n. 2).  Teniendo en cuenta que el padre Murphy era anciano y estaba mal de salud y que estaba viviendo en aislamiento y las denuncias de abuso no se habían notificado durante más de 20 años, la Congregación para la Doctrina de la Fe sugirió que el arzobispo de Milwaukee estudiara la posibilidad de abordar la situación, por ejemplo, restringiendo el ministerio público del padre Murphy, y exigiéndole que aceptara la plena responsabilidad de la gravedad de sus actos. El padre Murphy murió aproximadamente cuatro meses más tarde, sin más incidentes”.
 
Avvenire, The Wall Street Journal, Pravda y el ex editor de Newsweek contestan a The New York Times y lo ponen en entredicho
 
El deficiente resultado reflejado en una supuesta “investigación periodística” firmada por Laurie Goodstein fue rápidamente reprobado por periodistas auténticos, tanto católicos como no creyentes y de medios de comunicación de renombre y amplia trayectoria.
 
En el diario Avvenire (ver enlace a la traducción española de “El New York Times se desmiente en sus ataques contra el Papa”), Riccardo Cacioli recapitulaba los dos artículos del periódico neoyorkino haciendo ver la incongruencia de los supuestamente revelado: “Los documentos dicen de hecho que los únicos que se preocuparon por el mal realizado por Murphy fueron los responsables de la diócesis americana y la Congregación para la Doctrina de la Fe, mientras que las autoridades civiles habían archivado el caso. Concretamente, la Congregación para la Doctrina de la Fe, implicada en la cuestión sólo entre 1996 y 1997, dio la indicación de proceder contra Murphy a pesar de que la lejanía temporal de los hechos constituyera un impedimento a la norma del derecho canónico”.
 
También tuvo su impacto y ofreció luz el artículo de Massimo Introvigne titulado “El lobby laicista contra el Papa. El gran bulo del New York Times”.
 
Escribía Introvigne: “Este nuevo ejemplo de periodismo basura confirma cómo funcionan los “pánicos morales”. Para enfangar a la persona del Santo Padre se remueva un episodio de hace treinta y cinco años, conocido y discutido por la prensa local ya a mitad de los años 70, cuya gestión –en cuanto era de su competencia y un cuarto de siglo después de los hechos– por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe, fue canónica y moralmente impecable, y mucho más severa que la de las autoridades estatales americanas. ¿De cuántos de estos “descubrimientos” tenemos aún necesidad para darnos cuenta de que el ataque contra el Papa no tiene nada que ver con la defensa de las víctimas de los casos de pedofilia –ciertamente graves, inaceptables y criminales, como Benedicto XVI ha recordado con tanta severidad– sino que intenta desacreditar a un Pontífice y a una Iglesia que molestan a los lobbies por su eficaz acción de defensa de la vida y de la familia?”.
 
Semanas más tarde, el vicepresidente de The News Corporation, William McGurn, publicaba un artículo en The Wall Street Journal (cf. 06.04.2010) sobre las motivaciones del New York Times para divulgar información parcial y calumniosa contra el Papa.
 
McGurn expone que los documentos usados para los dos artículos de The New York Times fueron proporcionados por dos abogados de cinco hombres que han demandado económicamente a la arquidiócesis de Milwauke: Jeff Anderson y Mike Finnegan. ¿Quién es el abogado Anderson? De acuerdo a McGurn, el mismo que en 2002 declarara a la agencia Associated Press que había ganado más de 60 millones de dólares por concepto de demandas y acuerdos contra la Iglesia. O lo que es lo mismo: “En lo que se refiere a demandas contra la Iglesia, él es el principal abogado”. Actualmente, Anderson sostiene una demanda contra la Santa Sede.
 
En su artículo, McGurn reta a The New York Times a comprobar que Lawrence Murphy no fue sancionado, como afirma el mismo diario. Y concretamente sobre el entonces cardenal Ratzinger afirma: “El hombre que es ahora Papa reabrió casos que habían sido cerrados, hizo más que nadie para procesar casos y hacer responder a los abusadores, y se convirtió en el primer Papa en hablar con las víctimas".
 
Y cuestiona después: “¿No es esta acaso la más razonable interpretación de todos estos eventos: que la experiencia del Cardenal Ratzinger con casos como el de Murphy lo llevaron a promover reformas que le dieron a la Iglesia armas más efectivas para manejar los abusos sacerdotales?”.

Para William McGurn es necesario que la prensa proporcione "algo de contexto y muestre algo de escepticismo periodístico sobre lo relatado por un abogado defensor que hace millones con este tipo de casos", en referencia a Jeff Anderson.
 
En Rusia, el periódico Pravda.ru (antigua atalaya del comunismo) publicó un editorial a favor del Papa. El escrito firmado por Artur Rosa Teixera comenta que los casos aislados, sobre todo los más complicados, se generalizan para inducir a los lectores a creer que todo el cuerpo es igual.
 
Y hablando sobre las calumnias del The New York Times dice: “Se ve la mala fe y el tinte difamatorio de la campaña que se ha articulado contra la jerarquía del mundo católico. Y eso se entiende. El actual Pontífice, consistente con los principios de la Iglesia Católica, ha desarrollado una resistencia tenaz contra los propósitos divisorios, alentados por organizaciones seculares que buscan imponer una visión sexista y hedonista de la sociedad, reduciendo al hombre a su naturaleza humana negándole su dimensión espiritual. Estas organizaciones obviamente no han surgido ´espontáneamente´ ni viven del aire… han sido creadas y son apoyadas por la cuna de tales fundaciones filantrópicas como la familia Rockefeller […] Los intereses financieros de estos, están ligados a un amplio rango de sectores económicos que van desde la banca, petróleo, fármacos, industria militar, etc. hasta los medios audiovisuales, que claramente cumplen una agenda dictada por la élite global a la que pertenecen".
 
En un artículo en el digital irlandés Independent.ie, el periodista David Quinn criticaba también la campaña de The New York Times (NYT, en adelante).
 
Citando a un ateo –Brendan O´Neill– recuerda cómo incluso ellos se dan cuenta que la campaña anti-Iglesia sigue un objetivo definido: “la reacción actual a los escándalos es informar más por el prejuicio que por cualquier otra cosa parecida al secularismo con principios; es algo que amenaza con dañar a los individuos, las familias, la sociedad y la libertad”. Y añade más adelante: “Si los medios –refiriéndose especialmente a NYT– fueran más honestos también dirían que los casos de abuso sexual de sacerdotes llegaron a un pico entre 1970 y 1980 y ahora son sólo una fracción de lo que fueron”.
 
Quinn ha colaborado en periódicos como The Sunday Times, Irish Daily Mail y en la edición europea de The Wall Street Journal.
 
El ex editor de la sección de religión de la conocida revista Newsweek, Kenneth Woodward, reprobaba la tratativa de NYT sobre el escándalo de los abusos por parte de algunos clérigos. Con un artículo publicado en Commonweal Magazine (cf.Church of the “Times”28.04.2020) afirma que NYT no ha sido “justo en su intento, realizado a través de muchas portadas, de implicar al Papa en encubrimientos diocesanos de sacerdotes abusadores”. Y a Jeff Anderson, el abogado multimillonario que ha lucrado con el tema de los abusos, le llama “el litigante más agresivo de la nación”
 
Quizá lo más interesante del artículo de Woodward es esa parte donde escribe: “NYT ejercita un poderoso magisterio o autoridad de enseñanza a través de su mesa editorial. No hay tema, local o global, en el que estos (usualmente anónimos) escritores no se pronuncie con una especia de “nosotros” papal […] Creo que NYT ha creado su propia versión del escándalo como si hubieran descubierto algo nuevo”.
 
Del mundo de la política también llegaron los cuestionamientos a NYT
 
Pero no sólo del mundo del periodismo llegaron las críticas. Alfonse D´Amato, ex senador por Nueva York, escribió una carta a NYT el 29 de abril afirmando que los ataques contra Benedicto XVI “no tienen base y son injustos”.  La carta fue publicada el 3 de mayo.
 
En su misiva, D´Amato confiesa sentirse horrorizado por “las agresiones diarias de los medios liberales contra la Iglesia”. Casi al final de su carta, el ex senador puntualiza: “Rechazar simplemente el intensivo y extensivo programa de la Iglesia por curar y corregir, sugiere la posibilidad de una agenda anti católica más preocupada de las enseñanzas eclesiales que de los abusos a menores”.
 
Patadas de ahogado
 
Ciertamente no son los únicos artículos aparecidos. Incluso los mismos lectores del periódico neoyorkino manifestaron su malestar, al grado de que el “editor del público”, Clark Hoyt (una figura que supuestamente representa la voz de los lectores), tuvo que salir al paso con un artículo que intenta redimir al diario (cf.Questioning the Pope24.04.2010). Una lectura pausada evidencia que la pretensión del escrito no es mostrar la veracidad de las calumnias cuanto salvar como se pueda una reputación perdida.
 
Significativo que precisamente unas encuestas on line realizadas por The New York Times y la cadena CBS –entre abril 28 y mayo 2 de 2010– reflejaran que para el 88% de los católicos, practicantes o no, los escándalos sobre pederastia no afectaran su  relación con los sacerdotes. El 87% decía también que todo esto no afecta la participación de sus hijos en la comunidad eclesial; para el 82% tampoco su asistencia a misa y que el 79% seguirá haciendo sus aportaciones económicas. No es todo: de entre el grupo de católicos practicantes, el 91% cree que la Santa Sede podrá prevenir abusos en un futuro.
 
The New York Times experimenta el “efecto boomerang”: aventó el mazo para golpear fuerte pero al final ha sido este diario de periodismo de dudosa reputación el que ha quedado noqueado. ¿Vale la pena invertir dinero en una publicación de esta “calidad”? La pregunta bien se puede aplicar a otros diarios.