La leche, por supuesto desnatada; la coca-cola, light o zero; el yogurt, descremado; los cereales, Special K; la mantequilla, bueno… lo que se dice mantequilla, mejor margarina y baja en calorías; a media mañana, una barrita de chocolate, pero Biomanán.
Sin lugar a dudas, la cercanía del verano nos pone a todos nerviosos. Las chicas preparan la “operación bikini”; los chicos sabemos que los torsos de Cristiano Ronaldo y Forlán son ciencia ficción, pero buscamos ponernos en forma.

Y mencionando la frase ponernos en forma, qué mejor manera, en lugar de sumergirnos en las dietas más extrañas del mundo, que un poco de ejercicio. Ya lo decía mi tío Pepín, el del Atlético de Madrid: “correr para poder comer”. El bueno de mi tío, con esta filosofía, ha terminado más de 20 maratones.

Como este blog va de deporte, quiero proponeros, ahora que se acerca el verano a pasos agigantados, uno excelente: peregrinar. Mayo es el mes de María y no veo mejor manera de ponerse en forma para un catalán que subir andando a Montserrat –desde Monistrol no son más de diez kilómetros-. A un turolense le sentaría de maravilla peregrinar hasta la ermita de Nuestra Señora del Tremedal. Y no hablemos del verano, ¿qué mejor ocasión que aprovechar el Año Santo apuntándonos al Camino de Santiago con las diócesis de Madrid, Getafe o Alcalá de Henares?

Mente sana en cuerpo sano. Una peregrinación es un excelente ejercicio para ambos. Mientras el cuerpo se mantiene en movimiento, la mente permanece serena, pensante, orante. Además, se nos brinda la inigualable oportunidad de hacerlo en grupo, en familia, de compartir experiencias y transmitir vivencias.

Los últimos seis años he tenido la gran fortuna de pasar con mi mujer, Loles, y mis cuatro hijos, junto a otras familias y un grupo de sacerdotes, la Semana Santa en la Sierra de Albarracín, apoyando, desde Familia Misionera, a la diócesis de Teruel. La experiencia ha sido inigualable y uno de los grandes momentos que hemos podido vivir es un Viacrucis muy especial. En lo más alto de la sierra hay tres pueblos, Griegos, Villar del Cobo y Guadalaviar, separados cada uno por seis kilómetros. En medio de los tres, a tres kilómetros de cada uno, se descubre una ermita. En grupo se sale de cada pueblo y se produce un encuentro entrañable en la ermita, donde todos rezamos juntos la decimocuarta estación.

Y hablando de largas caminatas y oración, sólo comentaros que el Viacrucis que se llevó a cabo en la madrugada del viernes al sábado en Barcelona fue realmente impactante. Salimos, minutos después de la 1, acompañando a la inmensa cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud desde la basílica de Santa María del Mar. Por el camino se fueron rezando las estaciones. Subimos por Vía Laietana y giramos a la izquierda en Gran Vía hasta llegar a Paseo de Gracia, por donde subimos hasta pasar la Diagonal. En el cruce de Paseo de Gracia y la calle Aragón se vivió uno de los momentos más vibrantes. Como en la calle Aragón está la Iglesia de la Inmaculada Concepción, cuyo vicario, Mosén Joan Bladé iba en la peregrinación, unos jóvenes trajeron la imagen de la Virgen y pudimos revivir el Santo Encuentro del camino al Calvario. Al concluir el rezo de la estación, todos entonamos una Salve y despedimos con aplausos a María. Seguimos subiendo por la calle Grande de Gracia hasta llegar a la Parroquia de Santa Teresita del Niño Jesús, final del trayecto. Allí, se expuso el Santísimo. Eran más de las 3 y media de la madrugada. Los mayores de 40 –entre ellos Loles y yo- nos fuimos para casa. Los jóvenes se quedaron el resto de la noche en Adoración.

Para terminar, quiero compartir el vídeo de la peregrinación más impactante que he visto. En Nueva York, al morir Juan Pablo II, la diócesis neoyorquina decidió llevar a Nuestro Señor por las calles de Manhattan un día entero. Como dice mi buen amigo y gran periodista, Eulogio López: “la batalla la ganaremos sacando al Señor a las calles, mostrándolo al mundo”.

No desperdiciemos la ocasión que nos regalará el Corpus Christi muy pronto. Al peregrinar con Jesús por las calles ofrecemos a muchos desconocidos quizá la única oportunidad que tendrán de encontrarse con Él cara a cara. Y, a partir de ese momento, el ser humano no puede volver a ser indiferente.