Los peregrinos son para el verano. Y a lo largo de los meses de verano son muchas las personas que se convierten en “peregrinos” de verdad, haciendo el camino hacia Santiago de Compostela, por rutas con encanto, bellísimos paisajes  y acompañantes inolvidables. Contemplando ese larga caravana de peregrinos, evocamos hoy sus Bienaventuranzas. Son muy hermosas:

    - Bienaventurado eres, peregrino, si descubres que el camino te abre los ojos a lo que no se ve.

    - Bienaventurado eres, peregrino, si lo que más te preocupa no es llegar, sino llegar con los otros.

    - Bienaventurado eres, peregrino, cuando contemplas el camino y lo descubres lleno de nombres y de amaneceres.

  - Bienaventurado eres, peregrino, porque has descubierto que el auténtico camino comienza cuando se acaba.

    - Bienaventurado eres, peregrino, si tu mochila se va vaciando de cosas y tu corazón no sabe dónde colgar tantas emociones.

    - Bienaventurado eres, peregrino, si descubres que un paso atrás para ayudar a otro vale más que cien hacia delante sin mirar a tu lado.

    - Bienaventurado eres, peregrino, cuando te faltan palabras para agradecer todo lo que te sorprende en cada recodo del camino.

    - Bienaventurado eres, peregrino, si buscas la verdad y haces de tu camino una vida y de tu vida un camino, en busca de quien es el Camino, la Verdad y la Vida.

  - Bienaventurado eres, peregrino, si en el camino te encuentras contigo mismo y te regalas un tiempo sin prisas para no descuidar la imagen de tu corazón.

    - Bienaventurado eres, peregrino, si descubres que el camino tiene mucho de silencio; y el silencio, de oración; y la oración, de encuentro con el Padre que te espera.

    Encontraremos quizás otras muchas "bienaventuranzas" de los que se convierten en "peregrinos" durante la época veraniega. Pero el argumento central será el mismo: Descubrir que, al fin, no hay caminos maravillosos sino caminantes maravillados. Y darnos cuenta de que hay caminos en la vida que nos transforman, que nos subliman, que nos enriquecen. ¡Qué hermosa la vocación de peregrino!