EVANGELIO

El Hijo del hombre va a ser entregado. Les daba miedo preguntarle sobre el asunto.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 43b-45

En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
«Meteos bien en los oídos estas palabras: al Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido.
Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

Palabra del Señor.

Avisos:

(Retiros pendientes de apertura de inscripciones. Informaremos más adelante)

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Para siempre, siempre…

Puede parecer que Jesús quiere chafar a sus discípulos esa admiración que veían en los rostros de los que le escuchaban. En realidad lo que les venía a decir es: La verdadera gloria no viene de este mundo, sino de Dios. Es Él quien glorifica. Cuando el Hijo del hombre sea entregado, entonces el Padre le glorificará, de verdad.
Esposos, no busquemos glorias en este mundo. Luchemos por dar gloria a Dios. Su gloria no es pasajera como la de aquí, donde los mismos que le glorificaban primero le condenaron después. La gloria de Dios es para siempre, siempre, siempre.

Aterrizado a la vida matrimonial:

Laura: Mi esposo no me valora. Antes sentía admiración por mí, me tenía en un pedestal. Era su princesa. Y ahora, no me agradece nada de lo que hago, e incluso me humilla con sus insultos…
Javier: Yo siento que mi esposa quiere cambiarme constantemente. No me ama tal como soy, me desprecia. Querría que fuese de otra manera. A veces me compara con otros hombres…
El Señor: No habéis nacido para ser glorificados por los hombres. Los que reciben esa admiración de los hijos de este mundo, ya han recibido su paga. Vosotros en cambio, tenéis que ser entregados el uno al otro por mi causa, y vuestro será el reino de los cielos. Dichosos vosotros si no os agradecen, si os humillan, si no os aceptan, si os desprecian por mi causa que es vuestro matrimonio, porque mi Padre os glorificará y os hará dignos del cielo.

Madre,

Qué duro era depender de lo que pensaran de mí y qué liberador es que sólo me importe lo que Dios piense de mí. Él y Su misericordia me hacen sentirme en paz conmigo mismo. ¡Alabado sea Dios!