Año del Señor 2018
4 de septiembre  
 
Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.                              
 
ESO SUENA A... ¿RAYOS?
 
Ayer, durante los últimos minutos de la oración de la mañana, un atronador rayo hizo que me levantara sobresaltada del asiento para ir corriendo a mi tarea. Y es que, cuando se avecina tormenta eléctrica, procuramos dejar desenchufados de la pared los aparatos eléctricos, sobre todo el ordenador, el motor del pozo, la maquinaria de trabajo... 
 
Parece innecesario, ¿verdad? Eso mismo pensaba yo. Aunque no se cansaron nunca de insistirme en que lo hiciera. Mis hermanas me hablaban desde su experiencia, y normalmente lo hacía, pero alguna vez se me escapaba un “¡Bah, que no! Total, ¿qué va a pasar? Si, ademas, tenemos pararrayos...” 
 
Pero lo irracional sucedió. Fue hace ya 5 años. Llego de pronto, casi no tuvimos tiempo de reaccionar ¡Efectivamente cayó un rayo! Y, antes de tomar tierra, recorrió toda la línea del teléfono, arrancando de la pared algunas de las tapas de los cables, quemó un ordenador, la megafonía de la iglesia... 
 
Afortunadamente solo quedó en eso, algún aparato inservible... pero aquello me enseñó mucho, mucho sobre la palabra de los demás. 
 
Normalmente creemos más en nuestra propia experiencia que en la palabra de los demás, incluso confiamos más en nosotros mismos que en la Palabra de Dios. 
 
Vivimos en una generación en que nos han enseñado a razonarlo todo, dejando a un lado la confianza en el otro. Pero aquel acontecimiento dejó en mí la huella de que es bueno creer en la palabra de los demás. Y, lo reconozco, muchas veces se me olvida; por eso, cada vez que comienzan las divertidas tormentas de rayos y truenos y salgo corriendo a desenchufar aparatos, esto se me vuelve a hacer presente.  
 
Hoy el reto del amor es creer en la palabra de los demás. Puedes comenzar por la Palabra de Dios: hoy hay una Palabra suya para ti. La diferencia entre una novela y la Biblia es que una novela cuenta una historia, pero Dios no cuenta historias, sino que hace la Historia, y Su Palabra es la Historia del Señor contigo. Toma una Biblia, ábrela al azar, y cree en Él, ¡siempre cumple sus promesas! 
 
Y, después, aventúrate en tu día sin pasar por la razón lo que te recomienden los demás. No lo juzgues desde tu forma de ver la realidad, tan solo confía y cree en sus palabras. ¡Te ahorrarás un montón de malos ratos!
 
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¡Feliz día!
 
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