Abortar voluntariamente es matar una vida. Es asesinar un niño por nacer que tiene definido desde estadios muy tempranos de su vida su pequeño cuerpecito al que lo único que le hace falta es crecer y desarrollarse. A pesar de sus pocas semanas de existencia, este pequeño ser humano tiene un gran instinto de conservación. Por eso huye de la aspiradora que entra al cuerpo de su madre para despedazarlo en cuestión de minutos. Por eso siente en su piel los quemazones de la solución salina que entra por medio de una inyección al útero, esa parte del cuerpo femenino que debería ser tan seguro como sagrado.

Por más dolorosas que sean las circunstancias de la madre gestante, el asesinato de su hijo nunca será la solución adecuada aunque sea una práctica legal o despenalizada. No es cuestión de ideología ni de religión. Es cuestión de sentido común.

Eso es lo que defiende “40 días por la vida”. Se trata de un movimiento que tiene un objetivo claro: acabar con el aborto en el mundo. ¿Los medios? la oración continua, el ayuno y la vigilancia pacífica en frente de centros abortivos. ¿Los orígenes? Estados Unidos, año 2004 ¿el sentido del nombre? recordar el significado bíblico del número 40 (por los años que caminó el pueblo de Israel, los días que llovió en el diluvio universal, los días que estuvo Jesús ayunando en el desierto entre otros episodios) y así intensificar durante 40 días los medios y campañas para hacer tomar conciencia a muchas personas de las consecuencias que trae el practicarse un aborto, porque no solo acaba con la vida de sus bebés sino con la salud mental y física de la madre, quien guarda en silencio el luto de la muerte de su hijito no nacido, ya sea porque ella misma optó por ello o porque fue presionada por terceros (¡díganme si eso no se llama machismo!)

La campaña, que como su nombre lo indica, dura 40 días, comienza hoy en muchos países que han seguido esta iniciativa y se extiende hasta el 3 de noviembre. Consta de momentos de oración frente a los centros (supuestamente) de salud donde se practican abortos. Los participantes buscan abordar a las mujeres que van determinadas a acabar con la vida de sus hijos. También a los que trabajan en estos lugares. Y fue gracias a esta campaña que Abby Johnson, directora de la clínica Planned Parenthood en Bryan, Texas y quien participó en la práctica de 22 mil abortos, dejó su trabajo (lo que trajo como consecuencia el cierre de esta clínica) y se unió a este movimiento siendo hoy una de las principales líderes de “40 días por la vida”. Esta historia inspiró el libro y la película que llevan el mismo nombre: Unplanned “no planificado”, (¡recomendadísima! cruda pero real) la cual ha hecho que en los Estados Unidos más de 100 trabajadores de las clínicas abortivas, dejen atrás sus puestos de trabajo.

Vale la pena asistir a las actividades de 40 días por la vida, decir la verdad frente a los centros abortivos y no comernos el cuento de que el aborto es una cuestión de derechos sexuales y reproductivos. Se trata, más bien, de una cuestión de vida a muerte que acaba con la vida de un niño y destroza el alma de una madre. Cualquier oración frente a este lugar puede hacer una gran diferencia y salvar muchas vidas.

@calenvilla