La imagen estremece. La cara extenuada, aterrada, surcada de heridas y empapada en sangre del niño de dos años contrasta con la del bombero, sudorosa, polvorienta y con una inmensa sonrisa. Es la fotografía con la que abrían ayer todos los diarios, que mostraba al bombero leonés Óscar Vega llevando en brazos al pequeño haitiano que acababa de rescatar de entre los escombros.

Les cuento otra historia similar. Se llama Javier, tiene 16 años y acudió hace unos meses con un grupo de jóvenes a orar frente a una clínica abortista. Hasta ahí todo normal; por ahora no está prohibido rezar en lugares públicos. Al rato se acercó una joven, que tendría apenas un par de años más que él, dispuesta a entrar en el abortorio. Decidido, Javier se aproximó a ella, le sonrió y entablaron una conversación. La chica confesó que tenía cita para abortar, pero que le asaltaban las dudas. Hablaron y hablaron; ella se desahogó. La suya era una historia que contenía todos los ingredientes para hacerla truculenta: inmigrante, sin recursos, abandonada por su novio. Se pueden imaginar. Tras ponerla en contacto con una fundación provida que se comprometió a ayudarla, la joven decidió seguir adelante con su embarazo.

Hoy es una madre feliz con un bebé de pocos meses. El que Javier rescató de entre los escombros del aborto. Todavía quedan héroes, como Óscar Vega y Javier. Aunque no siempre aparezcan en las portadas de los periódicos.

Álex NAVAJAS