Esta mañana ha visitado la sede del Tribunal Supremo el ex vicepresidente de la Generalidad catalana actualmente en prisión acusado de los delitos del golpe de Estado que tuvo lugar el año pasado.

En la vista judicial el reo, por una pura excepción, ha tenido derecho a decir unas palabras. En su desarrollo ha destacado que él es "hombre de paz por ser cristiano que busca el diálogo". Y que, por lo tanto, se merece salir de la cárcel.

Este hombre ha repetido esta cantinela varias veces en toda la tragicomedia de la independencia catalana. 

Pero los hechos dicen lo contrario, pues en los peores días del golpe de Estado, este hombre de paz no salió a detener la violencia de aquellos que aplastaron los coches de la Guardia Civil, mientras registraban el edificio de la consejería de hacienda de la que era titular. Tampoco, denunció la pasión racista de los profesores que insultaron a los hijos de los miembros de le Benémerita dentro de la clase de un instituto  catalán.

No se puede sacar la tarjeta de "cristiano que busca el diálogo por ser un hombre de paz". Y cuando llega la hora de actuar con paz y diálogo olvidarse de tales maneras de obrar.

Este reo y los demás que están incursos en el proceso que se instruye en el Tribunal Supremo, tienen que admitir sus delitos y apechugar con las consecuencias de los mismos.

Pero sacar el carnet de "cristiano" delante de un juez para evitar el presidio es cuando menos una mendacidad, una hipocresía, o creer que la Justicia en España es confesional. Algo que solamente se cuece en un desquiciado mental en los tiempos actuales.

Tomás de la Torre Lendínez