Algunos encuentran el silencio insoportable
porque tienen demasiado ruido dentro de ellos mismos.
-Robert Fripp-
 
           El genial humorista Antonio Mingote, publicó una viñeta en el periódico ABC, en la que se veía a una pareja de novios que acababa de llegar, en motocicleta,  a la cumbre de La Bola del Mundo (Sierra de Guadarrama). Contemplan un momento el paisaje y dice el chaval:
 
─¡Vaya, me he olvidado el transistor!
─No te preocupes, le dice la chica, arranca la moto.
 
          Incapaces de gozar en silencio del sublime espectáculo de un paisaje inmenso, los jóvenes tienen que llenar su vacío con ruido, aunque sea el molesto ronroneo de un motor de explosión. 
          Lao Tse (siglo VI a.C.) advertía que los que saben no hablan y lo que hablan no saben.  Es importante dar valor a lo que decimos, pues es a través del lenguaje como nuestro pensamiento queda plasmado en la opinión de los demás.
          La conversación es una excelente oportunidad para acercarnos a los otros, relajarnos, reír, compartir conocimientos y emociones... Pero, si hablamos sin freno, puede convertirse en un lastre para los demás e incluso en un arma hiriente.

          El silencio es tanto o más importante que las palabras, pues es el lienzo en blanco en el que toman forma nuevos proyectos y sensaciones. Quien vive emborrachado por un continuo flujo de palabras, difícilmente encontrará el espacio necesario para reciclarse. Por eso hay que amar ─y valorar─ el silencio. 
           El silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido, nos dice Benedicto XVI.
           En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos.

          Callando se permite hablar a la persona que tenemos delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación. 
          El silencio es el sol que hace madurar nuestros pensamientos. Para disfrutar y fructificar la vida es necesario rodearse de pautas de silencio y así, para sentirnos realizados, no necesitaremos poner en marcha la moto.