El gel es el napalm del antisistema. De hecho, cuando la policía utiliza la manguera para disolverlo el antisistema debe de creerse un vietnamita. No es que corra menos por la presión del agua que por su efecto en la higiene, pero quién te dice a ti que su fórmula antibacteriana no ayuda a la dispersión. Entiendo que oler a limpio no esté entre las prioridades de los que quieren cambiar el mundo, pero oler a limpio es un signo de educación, con la que también es posible cambiar el mundo. Eso lo sabe bien el español normal, que se lava tanto que un estudio le sitúa a la cabeza de Occidente en utilización de la ducha. Escribo lo anterior para que se note que soy más partidario del hombre que se enjabona para ir al trabajo que del hombre que no lo hace para ir a la manifestación.
Y, sin embargo, no se me ocurriría rociar con champú con acondicionador, dos en uno, a los manifestantes de una movilización antisistema, que es lo que, de un modo aún más violento, propone hacer un tertuliano de Antena 3 con la avioneta de Hazte Oír que alerta del peligro para los niños de la imposición de la ideología homosexual como dogma. El periodista expresó en directo su deseo de bombardear con dos cazas la aeronave una vez eyectado el piloto. Es de agradecer el detalle de que permita al que lleva los mandos salvar la vida, pero lo cierto es que en su comentario subyace un totalitarismo exterminador porque obviamente no va dirigido contra la avioneta.
El tertuliano puede argüir que persigue el exterminio de la ideas, no de quienes las profesan, pero por el episodio de Trotski sabemos como acaban estas cosas. Las ideas no son organismos autónomos, sino los ojos azules del pensamiento, es decir, la genética de la razón, o sea, el ADN intelectual del que las expresa. Tan consustanciales a él como la frente ancha o la nariz chata. Por eso debe salvaguardarse el derecho a expresarlas sin que te bombardeen con dos cazas. Más aún cuando defienden algo tan coherente como combatir a determinadas leyes que atentan contra natura. Como católico no defiendo una idea, sino una fe, pero en este caso simpatizo con los perseguidos por una idea que, discutible o no, planta cara al pensamiento único.