Lo maravilloso de los niños es que por poca cosa ríen y sonríen y se alegran, hacen fiesta.
— Sus almas nuevas están abiertas al don de la alegría.
— Un niño deja de llorar al cogerle en brazos su madre y con los ojos aún mojados de gruesas lágrimas, el niño es capaz de sonreír, reír y alegrarse con su madre.
 
Quien pasa tribulaciones, adversidades, enfermedades...
— Y sabe buscar y anclar su contento en Dios...
— Y sabe confiar plenamente en su divina voluntad...
— gozará de paz, de contento y de alegría. Sonreirá y reirá.
 
El maestro espiritual Alonso Rodríguez S. J. escribe que:
— «Vivirán contentos y alegres quienes están asidos a aquella firme columna que es la voluntad de Dios.
 
— »Vivirán contentos y alegres quienes participan de aquella inmutabilidad de la divina voluntad y así están siempre firmes e inmóbiles y en un mismo ser.» Y añade:
 
— «Pero los que están asidos a las cosas del mundo y tienen puesto su corazón y contento en ellas no pueden tener contento verdadero ni durable, porque:
— »andan con las cosas y dependen de ellas,
— »y así están sujetos al cambio, a las mudanzas de ellas.»

Severo Sulpicio, escritor latino, nacido en Aquitania (360-420), autor de una Historia hasta el siglo v, cuenta de San Martín de Tours, «que en todo tiempo que conversó con él, nunca le vio airado ni triste, sino siempre con mucha paz y alegría. Y la causa de esto, afirma Sulpicio, era porque «todo cuanto le sucedía lo tomaba y recibía como cosa enviada de la mano de Dios. Y de esta manera conformaba en todo con su voluntad con grande igualdad y alegría». 




Alimbau, J.M. (2017).  Palabras para la alegría. Madrid: Voz de Papel.