«Es inútil predicar a los hombres el dolor, porque el dolor es algo desacreditado. Ninguna amenaza detendrá al pecador, porque más fuerte que el pecado, más fuerte que el apetito o el sexo, más fuerte que el hombre mismo y que el ángel, es solamente el gozo, la alegría, la dicha. ¿Qué deberíais hacer? Deberíais fascinar y transmitir alegría
(Son palabras de L. Santucci, el joven literato católico al que la crítica bautizó con el nombre de el Bruce Marshall italiano).
Su libro Imperfecta alegría ha sido definido como «el camino hacia una de las más necesarias obras de misericordia espiritual: la consolación de los afliigidos».
 
«Para enseñarme a creer en Dios —escribe Nietzsche, que acabó suicidándose— tendrían que cantarme otros cantos mejores; sus discípulos tendrían que mostrar un semblante más amable
 
A. Pronzato escribe:
«Tomás pretendía ver y tocar la señal de los clavos, de las heridas, del costado abierto de Cristo...
»Hoy muchos nos exigen las señales de vida, del gozo, de la alegría...»
 
Bernanos pregunta a los católicos:
«¿Donde diantre habéis ocultado vuestra alegría? Vivir como vivís, no se diría que a vosotros, y sólo a vosotros, os ha sido prometida la alegría del Señor.»
 
El Señor Jesús hablaba con frecuencia del gozo, de la alegría. Todos le buscaban porque daba, transmitía alegría:
— «Os he dicho estas cosas a fin de que vuestro gozo sea completo.»
— «Que vuestra alegría sea perfecta.»
— «Que ellos tengan en sí la plenitud de la gloria.»




Alimbau, J.M. (2017).  Palabras para la alegría. Madrid: Voz de Papel.