¿DÓNDE ESTÁ LA GORRA?

El símbolo de la ingratitud no es
la serpiente, sino el hombre.
Jean de la Fontaine—

 Dicen que a Winston Churchill le encantaba contar la historia de un niño pequeño que se cayó de un muelle o malecón a las profundas aguas del océano. Un experto marino, ignorando su propia seguridad, se lanzó a las tempestuosas aguas y después de un titánico esfuerzo, exhausto, logró sacar al niño del agua.

          Unos días más tarde, la madre del niño volvió a aquel muelle buscando al marinero que había salvado la vida a su hijo. Cuando lo encontró, le dijo:

         —¿Es usted la persona que se lanzó al agua y rescató a mi hijo?
         —Sí, señora, yo soy quien lo salvó, respondió el marinero.

         Entonces, la madre del niño se apresuró a reclamar:

           —¿Y dónde está la gorra del niño?

          La reflexión salta a la vista, ¿qué importancia podía tener la gorra del niño cuando su propia vida estaba en peligro? Es una forma gráfica de mostrar cuántas personas ponen su atención en lo que no corresponde.

          Uno de los grandes principios de una vida feliz es vivenciar que el sentimiento de gratitud es una poderosa energía que atrae a nosotros toda clase de cosas buenas. Basta esforzarnos en practicar la gratitud de modo habitual para experimentar que la vida puede ser buena, muy buena e incluso desbordantemente buena.

          Es como si el destino respondiera con regularidad a la gratitud proporcionándonos más oportunidades, más amigos y más medios para que nuestra vida crezca y se expanda.

          El problema es que habitualmente nos sentimos invadidos de un doble sentimiento: sentirnos agradecidos por lo que tenemos, o centrar nuestra atención en aquello de lo que carecemos. El primer sentimiento produce satisfacción, el segundo termina por abatirnos a nosotros mismos, y a los que nos rodean.

          Decía John Templeton que «es el agradecimiento, no la queja, lo que atrae a los demás hacia nosotros». Cuando nos sentimos agradecidos por las experiencias vividas, resulta más fácil ver el bien que nos rodea, ya que cuando nos sentimos agradecidos por las bendiciones que ya tenemos, nuestra misma gratitud atrae hacia nosotros cantidad de bienes.

          La gratitud es un imán que nos atrae amigos, amor, paz, salud y bienes materiales y espirituales. La gratitud fomenta en nosotros una conciencia positiva y desbordante de alegría, y nos une al flujo de la vida, que da a luz la realización interior.

          Hagamos del agradecimiento nuestro modus vivendi para no reducir nuestra vida al miope egoísmo que, cuando le hacen un favor, pregunta mezquinamente: «¿Y dónde está la gorra?».