Para mí que la aplicación de la ley de memoria histórica subyace tras el cambio de nombre del estadio del Atlético de Madrid. Como Vicente Calderón lucía bigote 18 de julio es probable que la directiva de mi equipo haya decidido sustituirlo por Wanda Metropolitano para contentar a Carmena, no sea que la alcaldesa les clausure el campo por hacer apología del franquismo cuando el peligro llegue al área desde la derecha. Si cunde el ejemplo, lo próximo será sustituir el nombre de San Mamés por el Sabino Arana so pretexto de que Gupergui tiene menos pinta de cura que de gudari.   
La directiva dice que el cambio es un gesto con el pasado, pero puesto que la nostalgia se apuntala en el recuerdo de los días felices, la decisión carece de sentido, ya que la gran mayoría de los títulos la consiguió el equipo en el Calderón, donde, además, Luis hizo al Bayer el cuarto tanto más relevante del fútbol español, tras el de Iniesta y los goles fachas de Zarra y Marcelino. De manera que mi propuesta es que el estadio, no sólo mantenga el nombre, sino que sea sede de un amistoso contra un combinado en el que Santiago Bernabéu y Carlos Tartiere ejerzan como doble pivote mientras Sánchez Pizjuán y Benito Villamarín protagonizan una tangana en la medular. 
Por si alguien intenta confundir hay que aclarar que Wanda, el grupo chino que pone los yenes, no ha tenido nada que ver con el segundo nombre. Por él como si le ponen Chamartín. Esto no me lo ha dicho mi fuente en Formosa, pero es de sentido común. En caso contrario, es de suponer que la multinacional habría impuesto a un preparador físico que sustituyera el estiramiento por el taichi y a un entrenador comunista que llevará a cabo la pretemporada en Alemania oriental. Además, habría modificado el escudo para que el arrozal cohabitara con el madroño y el oso fuera panda. En cuanto al himno, lo habría compuesto Confucio, el Sabina de Pekín.