Ya no eres una niña, con el paso de los años has ido madurando y también tu forma de vivir este acontecimiento.  Cada Navidad te acercas a nosotros con más ilusión, con más alegría, con fe más madura, con deseos más sinceros, con más ganas de verle que el año anterior.
Cuando eras pequeña te encantaba poner el belén y pasabas muchos ratos mirándolo o jugando con las figuras hasta que tu madre te regañaba por toquetearlas. 


En la adolescencia tu corazón se enternecía al ver al recién nacido y sólo pensabas en quedarte ahí mirándolo, mecer su cuna, verle dormir, acariciarle.
Al nacer tu primer hijo este tiempo te trajo sentimientos más profundos, identificándote con mi maternidad. Y al transcurrir el tiempo tu casa se fue llenando de niños y tenías que enseñarles a vivir la Navidad.
Les explicabas que es el cumpleaños del Niño Jesús y que aunque la costumbre es regalarnos cosas unos a otros y eso es muy bonito, a quien hay que hacer regalos es al del cumple. Y así surgió La Caja de los Besos, en la que cada Adviento los animas a dejar besos en ella para que cuando nazca tan pobre en un establo, sin su cuna tan bonita, sin la ropita que yo le hice, lejos de su casa, se encuentre con todo el amor de otros niños y sienta el calor de sus corazones.
Tu casa también se llena de música, villancicos que escuchabas en tu infancia y otros que has ido recopilando hasta hoy, y vas preparando la fiesta de esta noche procurando poner por obra las bonitas frases de las canciones. 
A veces te resulta muy fácil, otras no, pero pensando en nosotros te esfuerzas por hacer de cada cosa un acto de amor.
Y así llegamos hasta hoy y aquí estamos, esperándote porque sabemos que vendrás, que querrás ser la primera en llegar, que buscarás a Jesús y me pedirás que te deje cogerle en brazos, que le apretarás contra tu corazón y le darás todo tu amor, todo tu ser, tu vida entera. 
Cada año estás aquí, nos atiendes, nos traes tus ofrendas… ¡pero nunca nos has pedido un regalo de Navidad!  ¿Se te ha olvidado que Jesús nació para llevar a la Humanidad su gracia y su amor? ¡Pues pídele eso que ansía tu corazón!
Él sabe bien qué quieres y qué necesitas pero desea que se lo digas tú misma.  Ahora, así, cuando lo tienes entre tus brazos y le susurras palabras tiernas… ¿cómo te va a decir que no?