Llega en unos días la Navidad que, no viene mal recordarlo, es lo que celebraremos a fines de este mes. Quien quiera celebrar el solsticio de invierno, la convergencia de Cáncer y Capricornio, las auroras boreales o las primeras nevadas del Pirineo está en su derecho de hacerlo, pero muchas personas en este país celebran otra cosa. Lo curioso del caso, en éste como en tantas otras cosas que pasan en este país en relación con nuestra tradición cristiana, es que una minoría tenga que imponer sus gustos a la mayoría, con la pobre excusa de que alguien pueda sentirse ofendido.
 
Por poner un ejemplo fácil de entender, si yo invito a mi casa a unos amigos que no son del Real Madrid (o incluso que les fastidia este equipo), y en su presencia celebramos que gane un partido que están retransmitiendo en ese momento, no veo por qué estaría ofendiendo a mis amigos. No lo celebro contra ellos, sino como algo que nos alegra a quienes vivimos en mi casa. Es más, lo lógico sería que esos amigos también se alegraran de ello, por la amistad que nos une, aunque a ellos no les interese el fútbol o no sean partidarios de ese equipo. Siguiendo este simil, no veo por qué algún inmigrante en nuestro país deba sentirse ofendido porque celebremos la Navidad. De hecho, estoy seguro que nadie sensato lo hace, y que obviamente cuando alguien les invoca para garantizar una supuesta neutralidad del Estado no confesional en el que vivimos, lo hace con una excusa muy pobre. La neutralidad ciertamente implica que no favoreces un interés particular, pero también que no niegas un interés general. ¿Es tan difícil esto de entender para los gobernantes ateos que (tantas veces con el propio voto de los católicos) están gobernando en las distintas administraciones públicas?
La manía inquisidora lamentablemente sigue estando presente en los gobernantes de nuestro país. Quien gobierna se considera capacitado para imponer sus ideas a los demás, en lugar de respetar las de quien piensa de otra forma. La tontuna insticional con los belenes navideños entra en esta categoría. La Navidad (=natividad=nacimiento, de quién?) parece que tiene que expresarse en símbolos que son foráneos (el árbol de Navidad es norte-europeo, aunque tiene un significado cristiano también), extemporaneos (muñecos de nieve o trineos con el calentamiento climático cada vez son menos frecuentes) o insulsos (paisajes New Age, o símbolos anodinos). En fin, por mi parte pondré un Belén en mi casa, y animo a todos los lectores a que lo hagan. Seguramente les ayudará a recordar qué celebramos y por qué estamos alegres.