Ya se han hecho públicos los resultados del barómetro del CIS del mes de octubre [1]. El dato al que la prensa ha dado más relevancia es el que cierra las 29 páginas de la encuesta, la llamada estimación de voto, que señala que de celebrarse hoy elecciones generales, éstas darían la victoria al PP con un 41,1% de votos, frente al PSOE que obtendría un 37,7%. Con ser importante, este dato sin embargo sólo es, a mi entender, uno más de aquéllos a considerar para extraer de la encuesta su más preciado elixir, el retrato sociológico de nuestro país, que es con el que quiero bregar en las siguientes líneas.
 
            Lo primero que sorprende es que con la gravedad de lo que está ocurriendo en España, el partido de la oposición –a los efectos me es indiferente que se trate del PP o de cualquier otro, lo único relevante es que se trata del único capaz de constituirse en alternativa- apenas aventaje al del Gobierno en un 3,4% de votos.
 
            La encuesta del CIS aporta los datos que avalan esta sorpresa, al evaluar también el descontento de la sociedad frente a la actuación del Gobierno. Pues bien, cuando la pregunta se refiere a la gestión que éste realiza de la situación en general (pregunta 14), ¡¡¡un 85%!!! de los encuestados opina que es regular, mala o muy mala, y sólo un 13,6 que es buena o muy buena. Pero si la pregunta se acota un poco más y se centra en la economía (pregunta 9), que por otro lado dice ser la preocupación mayoritaria de los españoles en este momento (pregunta 7), el porcentaje de los que piensan que la gestión del Gobierno es regular, mala o muy mala asciende a ¡¡¡¡¡un 92,6%!!!!!, y sólo un 4,2% creen que es buena o muy buena. Preguntados los encuestados sobre el futuro (pregunta 6), un 12,1% cree que la situación mejorará, pero un ¡¡¡71,3%!!! afirma que será igual o incluso peor. Se trata de resultados que, estadísticamente hablando, describen una unanimidad, la existente frente a la incapacidad del Gobierno para gestionar la presente situación.
 
            Así las cosas, ¿cómo explicar que nada menos que ¡¡¡un 37,7%, casi cuatro de cada diez españoles!!! declare seguir estando dispuesto a votar al actual partido en el gobierno y negar una oportunidad a la alternancia? Se impone hallar una respuesta y a la hora de hacerlo, indudablemente la primera que asoma es la que apunta en el sentido de que el partido de la alternancia inspira aún menos confianza que el del Gobierno. No niego que los datos de la propia encuesta del CIS da alas a quienes así opinan, al valorar al jefe de la oposición aún menos que al del Gobierno, etc..
 
            Pero trascendiendo los datos en busca de las razones que los explican, me voy a permitir profundizar en la respuesta, la cual, a mi entender, pasa por el hecho de que en nuestro país, a la hora de tomar la decisión del voto, se conjuga siempre la alocución “yo soy” (yo soy socialista, yo soy liberal, yo soy de derechas o de izquierdas), y poco o nada alocuciones del tipo, “me conviene votar...”, “me vendría mejor que ganara...”, “la situación demanda...”, “el país necesitaría...”, locuciones que son las que priman en otros países, notablemente los anglosajones, donde no sólo es democrático el sistema, cosa que indudablemente ocurre en España merced a la Constitución de 1978, sino en los que, además, el cuerpo electoral asume con naturalidad las conductas imprescindibles para su necesario engrasamiento: alternancia, representatividad, veracidad, responsabilidad, transparencia, resultados, compromiso del gobernante con el gobernado y no al revés...
 
            Sólo a modo de ejemplo, en el Reino Unido, cuya sociedad es, a la vista de los hechos, mucho más dinámica y reactiva que la nuestra, la desventaja que acumula el partido del gobierno frente al principal de la oposición alcanza los 17 puntos, y ello aún cuando los efectos de la crisis están siendo infinitamente menos devastadores que en España, verdadera máquina de producir paro.
 
            La conclusión es que, lamentablemente, la aproximación de los españoles a la democracia no ha conseguido superar determinados comportamientos feudales profundamente enraizados en nuestra idiosincrasia, entre ellos y por encima de todos, aquél que hace que cada español se sienta obligado a un partido por una especie de juramento de lealtad que le convierte en su vasallo. Así las cosas, en España el voto está anquilosado, artrósico, y la situación habrá de rozar lo catastrófico para que se produzca un vuelco electoral. ¿No les parece a Vds. que era mucho mejor la simple alternancia a la anglosajona?
 
 
[1] Los avances del barómetro del CIS correspondiente al mes de octubre se pueden encontrar en:
http://datos.cis.es/pdf/Es2815mar_A.pdf