Hola, buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.                 
   
ÓRDENES 

Desde hace un par de Eucaristías, me estoy dando cuenta de un detalle muy curioso: no es buena idea decirle al Señor lo que tiene que hacer. 

Todo empezó el 29 de julio, orando con santa Marta: «Señor, dile a mi hermana que me ayude...» Pero, en vez de eso, se encontró con el famoso «Marta, Marta... sólo una cosa es importante...» ¡Y María se quedó tan tranquila a los pies del Maestro! 

El siguiente fue el evangelio del domingo: «Maestro, dile a mi hermano que reparta la herencia...» y el desprevenido hombrecillo se topó nada menos que con un estupendo discurso sobre no apegarse a las riquezas. ¡Como para volver a comentar nada de la herencia! 

La guinda final fue el evangelio de ayer, con san Pedro: «Señor, mándame ir a ti caminando sobre las aguas». Y, Jesús (yo creo que por tratarse del primero de los apóstoles) condesciende por una vez, pero, ¡ay!, Pedro no calculó cuánta fe hacía falta para eso, y el asunto acabó en un buen chapuzón de cuerpo completo. 

Si conociésemos todo lo que Dios conoce, ¿le pediríamos lo que le pedimos? 

En Vísperas, mirando a la Virgen, ¡he descubierto la clave! Ella no dijo "Decidle lo que tiene que hacer", sino «Haced lo que Él os diga». 

Hoy el reto del amor es presentar a Cristo lo que llevas en tu corazón: la gente a la que quieres, ese asunto que te preocupa, los planes de la semana... Pero, ¡cuidado! Ponlos en las manos de Cristo sin decirle cómo debe resolver las cosas. Hoy, con María, simplemente di «No tienen vino». ¡Deja que Cristo te sorprenda con su creatividad! Tan sólo pídele ojos para descubrir el milagro. "Y, si quieres que haga algo, dímelo, Señor." ¡Feliz día! 

VIVE DE CRISTO 
  
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