Año del Señor 2015
Lerma, 10 de junio
 
Hola, buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
 
EN SU PUNTO 
 
Hace un par de noches, la procuradora encargó a las que estaban de cocina que hicieran pizzas. La primera parte era fácil: había dos tortas de pan que, abiertas por la mitad, eran la base estupenda para cuatro pizzas. Yo aparecí de casualidad en la cocina cuando iban a meterlas en el horno. Aprovechando la circunstancia, dio comienzo el Capítulo De Decisiones Para Salvar La Cena. 
 
En sí la técnica de estas pizzas parece no tener complicación, pero os voy a ser sincera: no hay manera de que salgan bien. 
 
En la cocina tenemos dos hornos: uno muy grande, de gas, en el que caben las cuatro pizzas a la vez. El otro es de luz, de tamaño normal, como los que hay en las casas. 
 
Al principio hacían las pizzas, todas a la vez, en el grande. Pero, como es muy antiguo, sólo da calor por abajo... Así que, cuando se doraba el queso, ya se había quemado la base. 
 
En su día, yo propuse hacerlas en el pequeño, con el grill a tope. Como íbamos de una en una, no daba tiempo... Y, claro, la velocidad tiene sus inconvenientes: el queso de arriba se chamuscaba, sin que llegase siquiera a calentarse el pan. 
 
Con estos antecedentes, la noche pasada decidimos probar el "plan C": ¡usar los dos hornos! Todas las pizzas empezaron en el horno grande. En cuanto el queso comenzaba a derretirse, las pasábamos rápidamente al horno pequeño para terminar de tostarlas. ¡Las pizzas salieron calientes y el queso doradito! ¡¡Mmmmmmmmm...!! 
 
La verdad es que fue un regalo del Señor: mientras sacábamos las pizzas, no dejaba de dar gracias a Cristo por el don de la Comunidad. Y es que, entre las que cocinamos, siempre hay algunas que prefieren el horno grande y pasan del de luz; otras (como yo), considerándose fans del pequeño, ni siquiera miran al de gas... Y, para hacer una buena pizza, ¡han hecho falta los dos! Sólo Cristo, dándonos una mirada de amor, nos regala descubrir la riqueza de la diferencia... 
 
Hoy el reto del amor es amar las diferencias. Puede que haya alguien a tu lado con quien, hablando claro, sientes que sois completamente contrarios. Hoy te invito a que reces por esa persona: háblale a Cristo de él o ella, y pídele que te de unos ojos nuevos para descubrir que... ¡sois perfectamente complementarios! ¡Feliz día! 
 
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