Continuando con los rasgos de mentalidad que Cristo quiere que tengamos, hay uno que siempre nos ha llamado la atención por lo claro, breve y conciso que Cristo lo dijo.

La Ley mandaba no jurar en falso, pero Cristo fue más allá y nos dijo que no hace falta jurar, porque la palabra de un cristiano debe bastar.

Sus palabras exactas fueron:

“Sea vuestro lenguaje sí, sí, y no, no; que lo que pasa de aquí viene del maligno”
(Mt 5, 37).

No se puede decir más claro: hay que tener “palabra”. Sin excusas, sin olvidos, sin “pero es que…” o similares; es decir, la palabra de un cristiano “va a Misa”.

Para ilustrar esto de tener palabra, pondré dos casos reales, uno histórico y, digamos, espectacular, y otro de la semana pasada, más de andar por casa.

  1. En agosto de 1522, el Sultán Solimán al mando de 100.000 hombres sitió Rodas, defendida por el Gran Maestre de la Orden de San Juan, Felipe de Villiers, con sólo seiscientos caballeros y seis mil soldados. El 21 de diciembre Rodas se rindió después de perder los asaltantes 80.000 hombres en el intento, y sólo porque el Gran Maestre no quiso exponer las vidas de mujeres, ancianos y niños. El Sultán quiso entrar en la ciudad y, confiado en la palabra del Maestre, lo hizo con sólo un pequeño séquito. Sus visires le advirtieron del peligro que corría entrando con tan poca guardia pero el Sultán, conocedor de la valía del Maestre respondió: “Su palabra me basta”. Y así fue.
  2. La semana pasada esperábamos a un amigo y se acercaba la hora convenida. Uno de los presentes, con tono de cierta protesta, dudó sobre si llegaría puntual a la cita, a lo que otro le respondió: “Si dijo que estaría a las seis, lo estará”. Y, efectivamente, un poco antes de las seis llegó.

Son dos casos muy diferentes pero ambos responden a lo que Cristo se refería con ser “de sí, sí, y de no, no”.

Los Tres Mosqueteros