— Si me hiere una palabra dicha en tono despectivo;


— Si me contraría algo que no salió como yo deseaba, es que... me desconozco y carezco de un control espiritual, interior.

 

— Si un fracaso me lastima interiormente;


— Si un contratiempo cualquiera me desestabiliza emocionalmente, es que... estoy muy lejos de la verdadera vida interior.

— Si mis ansias de venganza ofuscan mi mente;


— Si pierdo la paz interior y la serenidad exterior con demasiada frecuencia, es que... no he entendido ni he comenzado a vivir las bendi­tas contradicciones de las Bienaventuranzas.

 

— Si me humilla una indelicadeza, o la falta de atención debida, o por mí esperada;


— Si me perturba una actitud contraria a mi modo de ser y pensar;


— Si me postra una humillación merecida o inmerecida, es que... mi amor propio está intocado y mi seguimiento a Jesucristo está casi por empezar y aún no he aprendido a  descargar mi "yo" y a «cargar con mi cruz y seguirle».

— Si me abaten los propios yerros;


— Si me dejo vencer por las adversidades;


— Si me muerden en demasía las críticas, es que...: 

ha llegado la hora de ahondar y practicar la virtud de la humildad, que es fuente de paz, de felicidad, de libertad, de alegría.