- Es la célebre frase que había escrita en el frontispicio del Templo de Delfos. Decía: “Nosce te ipsum” (“Conócete a ti mismo”).
 
- Sufrimos en demasía porque “desconocemos” de lo que estamos hechos. Tenemos un conocimiento falso o equivocado de lo que somos en realidad y de lo que podemos llegar a ser. En bien y en mal. Somos unos seres limitados: comemos “tierra”…, bebemos “agua”…, respiramos “aire”. ¡Siempre dependientes! Dicen que: dos o tres minutos sin “respirar”… y morimos.
 
- Sentimos temor, sufrimos ante cualquier evento adverso, porque “desconocemos” lo que “realmente somos”: seres finitos, seres influenciables que nos pueden engañar, manipular, que podemos caer en la angustia y todos sabemos que un golpe seco – un accidente- puede rompernos, puede acabar con nosotros... Pero también somos capaces de hacer las más grandes maravillas gracias a nuestra dimensión interior, de gracia, de amor.
 
- El conocimiento real propio, una buena vida espiritual, interior – el seguimiento a Cristo- puede obrar milagros… Será entonces que nada ni nadie podrá abatirnos, ni hundirnos, ni dañarnos…
¡Viviremos mejor!
 
San Agustín pedía a Dios: “Noverim me, noverim Te”, o sea:   
“Que me conozca a mi... Y te conozca a Ti”.