Me encuetro en la casa provincial y residencia para religiosas. Todas han trabajado -quemado sus vidas por amor- como enfermeras o veladoras de noche o dedicadas a la enseñanza, en Europa, Àfrica i Amèrica. Acababa de llegar la Hna. Esther. Era la delegada de la Congregación de Religiosas de Sant Josep de Girona, en centros de salut -propios i diocesanos- en Ruanda, Congo, Bata (Guinea Equatorial) y Camerun. Ahora, enferma, venía para ser tratada de su dolencia.
Al entrar percibo y veo unas doce religiosas, -en medio del corro la provincial Hna. Rosa y Esther- todas ellas con manifetasciones externas de gozo y de gran alegría, con risas festivas, por parte de quienes habían trabajado en las misiones africanas y ahora se reencotraban de nuevo.
 
- Estaban quemando alegría. Su alegría era como un incienso…
- Perfumaban el ambiente con el buen olor de la alegria de Cristo..
 
Teresa de Jesús invitaba: “A andar alegres sirviendo”.   
- “Sentir su amor… es nacerme una alegría contagiosa.
- Una alegría… que no puedo disimular.
      - Que debo comunicar y transmitir a mi alrededor”. Pedía:
- “No dejen de estar alegres… Que se alegren todos”.
 
San Juan Crisóstomo recordaba a lo cristianos que fuesen alegres:
-“Que si aparecíamos alegres: con dulzura, con mansedumbre, humildes… nos asemejaríamos al sol que disipa las tinieblas.
¡Felices los cristianos alegres: ‘persuaden… antes de hablar!’”.